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Carmen Martínez-Fortún

Ataques como defensa

Griñán defiende que no es "un político corrupto" y rechaza la petición del fiscal

La mejor defensa es un buen ataque y eso no solo lo aplica Esther Doña contra el juez Pedraz sino condenados, huidos y políticos, de Sánchez a Iglesias y de Puigdemont a Griñán. Así ha hecho este último, que ha basado su defensa para no ingresar en la cárcel en un ataque a la fiscalía por llamarle corrupto, pues aduce el condenado que ese adjetivo descalificativo no es apropiado para él ya que es una evidencia y conocido por todos que no lo es –corrupto– y la fiscalía, acostumbrada a conocer a tantos, debería saberlo. Le resultan altisonantes e impropias las menciones de corrupción y por semejante descaro espera librarse de su inminente entrada en prisión.

Otro presunto delincuente, huido y en busca y captura, ha arremetido contra la JEC y espera que Europa la declare en rebeldía porque es ella y no él quien está al margen del derecho europeo. A Puigdemont no le mola tener que recoger en Madrid su acta de diputado y entre risas y prófugos ataca la democracia española y de paso a ERC, pues el de Waterloo no acepta rebaja de la sedición sino su eliminación.

Al margen de condenados y huidos, políticos sobre los que se cierne la sombra del fracaso ya en forma de retiro obligado ya en forma de encuestas atacan a sus oponentes con fiereza o cinismo. Ahíto de furia apareció Iglesias, rezumando ese odio suyo tan característico, de esa manera fruncida que ya habíamos olvidado la buena gente que no sigue sus podcasts. Ni sus ataques de ira.

El antepenúltimo en atacar a todo el que se le oponga, como suele, ha sido Sánchez, aleccionado por el disparate de Escrivá sobre el corta y pega del BCE, que creerá que en Europa hacen las cosas como en su ministerio. El presidente ataca un informe aprobado por 30 altos cargos de la eurozona como si lo hubiera escrito solo De Guindos, creyendo tal vez que en Europa se hacen las cosas como las hace su persona. Y condescendiente con lo que él llama el neoliberalismo y despreciando a quien sostiene la prima de riesgo española, con su imprudencia pone en riesgo aquello mismo que está obligado a defender.

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