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La vicepresidenta Yolanda Díaz habla en el Congreso con el diputado Joan Baldoví, gancho de NC en los presupuestos. | | EFE/ J. HELLÍNJoaquín Anastasio

Las alambradas

Toda alma de cántaro española tiene el derecho a optar a una plaza en las administraciones públicas en nuestro país. Cuatro millones lo han logrado. Es la ley. Pero algunos reinos de taifas han aprendido a pasarse la ley por ese lugar donde la espalda pierde su honesto nombre. Y les va de película.

Si quieres opositar en el País Vasco es imprescindible que hables la lengua propia de esa comunidad, país, nación o proyecto de estado. Y lo mismo pasa en Valencia, Baleares o Cataluña con el catalán y en Galicia, con el gallego. Los idiomas son alambradas de púas laborales.

Paso a paso, la brecha entre la España rica y la pobre se va convirtiendo en un abismo. Y coincide que todos los idiomas propios están hacia el norte próspero, mientras que en el pobre sur solo se trasiega con el vulgar castellano. Que no sé yo si tendrá algo que ver lengua y pasta más allá de los linguinis.

Precisamente, en las negociaciones gastronómicas de los Presupuestos Generales del Estado del próximo año, lo que se ve es una pelea por la pasta. Los vascos, que reciben 580 millones, han negociado 180 millones más a cambio de sus votos. Y los catalanes, a los que el dinero del Estado ya les sale por las orejas, andan más interesados en las inversiones en infraestructuras. Pero por debajo, en las aguas profundas, se están negociando otras cosas.

Los independentistas catalanes exigen a Pedro Sánchez que cambie el Código Penal para eliminar el delito de sedición y poder rebelarse a gusto contra el Estado. Ya le sacaron el indulto de los presos políticos catalanes, así que es de suponer que también obtengan el nuevo botín reclamado para salvar el trasero del presidente.

Los vascos, que ya tienen independencia fiscal y solo ven al Estado como una fructífera teta, están ya en las exquisiteces. Han conseguido competir bajo su bandera nacional, la Ikurriña, en pelota vasca y en surf («alegría contenida», publica el diario Gara: el resto ya se andará) y han exigido la creación de una nueva denominación de origen que se escindirá de la de Rioja. En vez de Rioja Alavesa, que es un nombre demasiado español, ¡puajjj!, se creará la denominación Arabalzo Mahastiak en euskera. Un logro extraordinario. Y una pasta gansa para fastos publicitarios.

Las ofertas públicas de empleo en Canarias son un premio de consolación para muchos españoles peninsulares que ven en las Islas una segunda oportunidad para entrar en lo público. Considerando las subvenciones que se dan a las lenguas propias, los chiringuitos que se montan y la pasta que se llevan, deberíamos empezar a pensar en enseñar guanche a nuestros niños, niñas y niñes. No lo digo por patriotismo. Qué coño. Se trata de poner alambradas a nuestros garbanzos.

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