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Mary Cejudo

Aquí una opinión

Mary Cejudo

Cerrar los ojos y suspirar

La vida es lo que uno hace cada día, aunque, a ratos, necesitemos cerrar los ojos y suspirar

Cáncer de mama Alejandro_Munoz

Hace poco oí, por primera vez, una bellísima canción: Malinconia de Bellini. La cantó Juan Diego Flórez (aunque luego la busqué en la voz de Pavarotti e hice bien). Y aprendí una técnica reconfortante del tenor. Antes de comenzar el recital, en medio del silencio del público, se apoyó en el piano, cerró los ojos y suspiró intensamente en un breve éxtasis, que hasta pareció liberarle de cierta pose envarada causada por los nervios que cargan los artistas en cada actuación.

¡Qué suerte ser capaz, con semejante gesto, de permitir a nuestros sentimientos dejar atrás la realidad, como una forma de suave empujoncito que tener a mano! Y no solamente al enfrentarse a un teatro repleto de público experto en la disciplina que les ofreces, sino en cualquier otra actividad con un fin tan distante como las mesas informativas de la pasada semana, por el Día Contra el Cáncer de Mama. Fui asignada al hall de uno de nuestros hospitales públicos, junto a Meera, una supervoluntaria y, además, amiga. Todos los que se nos acercaron podrían ser ejemplo, en cualquier manual, de lo difícil que es oponer resistencia a amar al prójimo cuando ese prójimo resulta ser el hombre que me pidió una camiseta para «ella» que estaba en consulta y que la escondió en su espalda cuando esa «ella» apareció por el pasillo y que, como un adolescente enamorado, la sacó como un mago de su chistera para ofrecérsela, o como la chica que donó 1 euro porque «no podía más» (¡gracias! generosa, por gente como tú, uno se levanta cada día para hacer esta labor)… personas que constituyen esa parte de la humanidad que nos enseña a ver todos los lados de todo a la vez en este mundo que, muchas veces, creemos que no existe de verdad. Cuando terminamos, antes de que levantaran la mesa, me apoyé en ella, cerré los ojos y suspiré, dando gracias porque me sentía como si fuese capaz de abarcar, en mi interior, toda la inmensa cúpula que es el universo cuando mi estado de ánimo habitual suele ser más pequeño. Diminuto, para ser sincera.

Aunque, por otro lado, haya días, en que esa dependencia emocional de eternos suplicantes que somos quede anulada por alguna noticia de las de subidón de alegría, como la del valorado premio García Campoy recientemente concedido a Verónica Pavés, por El viaje temporal de las Perseidas. Los artículos de esta magnífica periodista expresan colores aunque las letras escritas sean negras sobre un fondo blanco. Debe de ser alguna virtud de la ciencia que ella explica con tanta autenticidad. Como lo hace la Malinconia, o esos usuarios hospitalarios: nos enseñan que la vida es lo que uno hace cada día, aunque, a ratos, necesitemos cerrar los ojos y suspirar.

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