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Jorge Bethencourt

EL RECORTE

Jorge Bethencourt

Cigarras y hormigas

Canarias se tropicaliza en el clima, pero también en los entresijos de una sociedad que se deteriora irremediablemente por falta de riego cerebral

La playa de las Teresitas, en Santa Cruz de Tenerife, abarrotada de turistas. CARSTEN W. LAURITSEN

Abrir los ojos, en este noviembre de bochorno, es morir un poco. Canarias se tropicaliza en el clima, pero también en los entresijos de una sociedad que se deteriora irremediablemente por falta de riego cerebral.

Acabo de leer al presidente de la Asociación de Industriales de Canarias, Raúl García, haciendo lo que hacen las patronales responsables: calmando al rebaño. E informando al planeta plátano de que la economía de las islas está ya diversificada, celebrando el peso del sector industrial y hablando del contenido de un plan de desarrollo industrial realizado por la consejería de Industria.

Un mensaje optimista que queda levemente desvirtuado por el hecho de que ese plan haya sido hecho en Sevilla, por la empresa consultora Arenal Grupo Consultor S.L. ¿No les parece significativo a los empresarios que las estrategias industriales de Canarias se hayan elaborado por una empresa en Andalucía?

Si nos estamos diversificando, lo estamos haciendo con una discreción exquisita. Porque si uno echa un vistazo a las cifras del valor añadido bruto de Canarias en la última década el peso de la industria manofacturera ha caído en más de un punto, pasando de mil quinientos a mil cien millones. Y el valor de las industrias extractivas, agua y saneamiento ha pasado de tres mil doscientos millones a dos mil cuatrocientos, punto y medio menos de participación en el VAB regional. Las malditas cifras siempre jodiendo los más bellos propósitos.

Lo único que sigue funcionando en estas islas, para qué nos vamos a engañar, es el turismo, que tira de la construcción, las actividades inmobiliarias y el comercio. Y un sector público, que sigue engordando con el clembuterol de los impuestos y que debe andar por los ochenta mil empleados en una comunidad autónoma que amenaza con romper sus lazos con la tierra y levitar por el espacio sideral.

Hace diez años Canarias se gastaba mil ochocientos millones en personal y trescientos cincuenta millones en gastos de funcionamiento. El año que viene, poco mas de una década después, gastamos más de cuatro mil cien millones en personal y casi mil cuatrocientos en gastos corrientes. No me digan que no es un negocio redondo. E ilimitado.

Les digan lo que les digan, asoma a lo lejos una tormenta que es para hacérselo encima. No les hablo de las bombas atómicas de Putin, sino de la recesión que está mordiendo las canillas de Europa. La inflación se ha contenido, como primer efecto de la subida del precio del dinero. Eso traerá más paro, caída del consumo y glaciación económica. Y si, por el efecto inevitable de esa crisis, a nosotros nos falla el turismo británico y alemán, el año próximo nos vamos a despeñar por otro barranco de pobreza. Todo eso está ahí, como un hecho muy probable, mientras nuestras alegres cigarras políticas presumen de sus despensas llenas y las puteadas hormigas ven esfumarse sus ahorros, sus ventas y sus salarios.

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