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Joaquín Rábago

¿A quién beneficia?

¿A quién beneficia? Es la primera pregunta, y la más lógica, que habría que hacerse a propósito de la autoría del misterioso sabotaje contra los dos gasoductos rusos del Báltico.

Ese accidente, en el que escaparon al mar unos 500 millones de metros cúbicos de gas mientras entraba agua salada en los tubos, afectará de modo muy significativo a la eficiencia de esa infraestructura.

Gazprom, propietaria de los gasoductos, cuya construcción costó unos 20.000 millones de euros, calcula que se tardarán unos seis meses en repararlos mientras que otros consideran ese cálculo demasiado optimista.

Las explosiones se produjeron curiosamente el mismo día en que se inauguraba el gasoducto Baltic Pipe, que lleva el gas noruego a Dinamarca y Polonia, y pese a que ése no podrá suplir totalmente el gas ruso, tiene una importancia geopolítica y geoestratégica.

Actualmente, el único gas ruso que llega a Europa occidental lo hace por el gasoducto que atraviesa Ucrania y que, a pesar de la guerra en ese país, se ha salvado hasta ahora de cualquier ataque que pudiera afectar a su funcionamiento.

En opinión del periodista e historiador italiano Gianandrea Gaiani, director de la revista de defensa Analisi Difesa, tras el sabotaje de los dos gasoductos rusos, Ucrania tiene ahora mayor capacidad de presión sobre Alemania: podría bloquear el flujo de gas hacia este último país si no recibe, por ejemplo, de Berlín el armamento pesado que con tanta urgencia requiere.

Los dos gasoductos rusos del Báltico, o más concretamente el Nord Stream 1, pues el segundo no llegó a inaugurarse por presiones tanto de EEUU como de sus aliados del Este de Europa, permitían a Alemania recibir el gas ruso que necesita sobre todo su industria y prescindir eventualmente del que pasa por Ucrania y Polonia.

Berlín dio en cualquier caso garantías a Kiev de que, pese a la construcción del segundo gasoducto del Báltico, el Nord Stream 2, seguiría recibiendo gas ruso a través de Ucrania.

Pero, después de lo sucedido en el Báltico, escribe Gaiani (1), Polonia, estrecha aliada de Washington, protectora de Ucrania y enemiga jurada de Rusia se postula ahora como el centro (hub) europeo del gas no procedente de Rusia.

Pueden seguir mientras tanto haciéndose cábalas sobre quién estaría más interesado en la puesta fuera de servicio de los dos gasoductos rusos, y tal vez no haya interés en que se sepa un día la verdad.

Pero ¿es posible que, en el caso de que hubiera sido Rusia, como se apresuraron a insinuar tanto en la OTAN como en la UE, Estados Unidos y Gran Bretaña, entre otros aliados, que tienen en ese mar buques y helicópteros, no notaran ningún movimiento sospechoso?

Cuesta en cualquier caso entender qué interés podría tener Moscú en atentar contra unos gasoductos que son suyos y que podrían seguir sirviendo para suministrar a Alemania y otros países de Europa occidental su propio gas, mucho más barato que el licuado procedente de EEUU u otras partes.

Sobre todo cuando políticos polacos y estadounidenses, entre ellos el actual presidente ocupante de la Casa Blanca, amenazaron en su día públicamente con neutralizar los dos gasoductos rusos, a los que siempre se habían opuesto.

Lo que es evidente es que EEUU ha logrado su viejo objetivo estratégico de acabar con el perfecto ensamblaje entre el poder industrial alemán y el energético ruso, algo que fue clave para la competitividad del motor económico de Europa.

Pero en esta guerra irracional, provocada por Rusia y en la que los únicos actores racionales son Ucrania, que defiende su territorio e identidad nacional aunque sea a costa de los derechos de la minoría rusoparlante, y EEUU, que mantiene así su hegemonía sobre Europa, es difícil poner la mano en el fuego por nadie. Aunque la lógica apunte en una dirección.

(1)Publicado por Analisi Difesa

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