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Jorge Bethencourt

EL RECORTE

Jorge Bethencourt

Las manos que mecen la cuna

En el Sur de Tenerife se está representando una obra de teatro que define un país sin seguridad jurídica. Porque a eso se resume que una proyecto que cumple con la legalidad pueda ser detenido a las bravas.

Una empresa adquirió unos terrenos y recorrió el penoso camino de sacar adelante un proyecto de urbanización, con sus numerosos informes y garantías. No recibió, en el proceso, ninguna alegación o protesta. Pero cuando pusieron en marcha las obras, con todos los parabienes oficiales, un grupo de ciudadanos decidieron paralizar la obra mientras las autoridades decidieron ponerse a mirar para Cuenca.

En un Estado donde si alguien te ocupa la casa tú te quedas en la calle y los asaltantes tardan años en salir, no cabe extrañeza porque ocurran cosas como lo de Cuna del Alma. Los nietos de quienes destrozaron las medianías con sus viviendas de autoconstrucción y sus pozos negros, son hoy defensores de una idea radical del medio ambiente. Y como en Tenerife levantas una piedra y sale un escarabajo autóctono con un cartel, aquí puedes hacerte una chabola al lado del mar, pero olvídate de hacer un hotel para hacer dinero.

Y es que en Tenerife pasan cosas muy extrañas. Hace muy poco tiempo el Gobierno de Canarias, el mismo que ahora guarda un silencio de plomo sobre Cuna del Alma, denegó apasionadamente la construcción de tres hoteles de cinco estrellas en una zona infame y abandonada de la costa de Arico, llena de ruinas y de mierda. De ninguna manera se iban a permitir los hoteles. Faltaría más. La isla ya tiene suficientes. Se acabó lo que se daba. Hay que rehabilitar. Y da igual que el proyecto fuera ecosostenible y todas esas milongas. No es no.

Pero Cuna del Alma está en Adeje, donde reina el socialismo desde que Franco era cabo furriel. Eso podría explicarlo todo. Hasta el bochornosos espectáculo de varias administraciones públicas tirándose paletadas de estiércol entre sí. Estamos de campaña electoral. Menos en Gran Canaria, donde las obras de Chira-Soria metieron gigantescas tuberías por los barrancos de cinco grandes espacios protegidos sin que apareciera ningún escarabajo.

Los que ejercen la razón de la fuerza pierden la fuerza de la razón. Me pregunto qué pasaría si un grupo de activistas entrase por la fuerza en el Parlamento de Canarias para impedir se celebre un pleno o acampar en los nuevos y mullidos sillones de sus señorías. No pasaría lo mismo que si se meten en la casa de un ciudadano o en las oficinas de una empresa. Les aseguro que no.

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