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Un cóctel de crisis energética e inflación disparada

Desde que estallara el conflicto entre Rusia y Ucrania los nubarrones sobre la economía son cada vez más densos y oscuros, amenazando con disipar la anhelada recuperación económica tras los efectos de la pandemia. De manera repentina, Europa se halla inmersa en una crisis energética de grandes dimensiones donde los países europeos se afanan para que esta ocasione el menor impacto posible. Recientemente, la presidenta de la Comisión Europea, Ursula Von der Leyen, afirmó en una comparecencia que «tenemos que ahorrar electricidad de forma inteligente», evidenciando así la pretensión de Bruselas de reducir el consumo eléctrico en horas punta al menos un 5%. No cabe duda de que todo gesto que suponga ahorro energético se traduce en un uso eficiente y sostenible de los recursos. Eso es indiscutible. Ahora bien, si hay algo que esta crisis ha demostrado es la fragilidad de la UE en materia de política energética, en términos de dependencia y coordinación, pudiendo quedar desnuda ante un duro invierno. Entre tanto en nuestro país mantenemos la expectativa de que la tormenta no descargue de sopetón. Al menos Pedro Sánchez dio con una brillante idea: quitarse la corbata. Esperemos que lo siguiente no sea desprenderse de otra prenda, sino la propuesta inmediata de alternativas viables que garanticen el suministro. Asimismo, el alza de los precios a causa de la inflación está causando enormes estragos a los bolsillos en general, propiciando un escenario económico incierto a escala global. Llegar a fin de mes se ha convertido en una auténtica odisea para las economías domésticas, viendo como los ingresos resultan ser cada vez más insuficientes para hacer frente al encarecimiento de la cesta de la compra, los combustibles, la luz, el gas, etc. Igualmente numerosos productores, autónomos y pymes no aguantarán por mucho más tiempo esta situación enfrentándose a costes casi inasumibles, como por ejemplo, el de las materias primas. Entre agosto de 2022 y agosto del 2021 los precios de la cesta media de referencia han crecido un 10,5%, mientras que entre agosto de 2021 y agosto de 2020 los precios crecieron un 3,3%. Ahora que la ministra Yolanda Díaz ha puesto de moda el verbo «topar» para fijar precios máximos a los alimentos básicos, una conocida cadena de supermercados ofrece la adquisición de treinta productos a 30€, eso sí, no incluye leche, ni fruta, ni verduras … ¿En serio que esto son medidas para combatir una inflación tan disparada? El Gobierno debería replantearse su política económica. Era impensable hasta hace poco que la palabra racionamiento, más bien asociada al pasado, resurgiese en nuestra sociedad, pareciendo augurar una era de restricciones, lo cual me preocupa, puesto que aún desconocemos de qué manera nos repercutirá. «La clase media tiende a desaparecer y se está adelgazando desde los años 80», afirmaba el catedrático en Economía Santiago Niño Becerra en una reciente entrevista, enfatizando que la desigualdad económica tenderá a aumentar de forma significativa. Lo cierto es que tendremos que adaptarnos a unos tiempos convulsos donde el fantasma de la recesión económica puede manifestarse en cualquier momento. Lo que sí tengo claro es que muchos ricos serán cada vez más ricos, mientras que la lista de pobres no dejará de crecer.

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