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SANGRE DE DRAGO

Dios guarde al Rey

Después de 70 años al frente de la casa real inglesa, la Reina Isabe II ha muerto. «A rey muerto, rey puesto». Carlos III es ya, a sus 73 años de edad, el nuevo Rey de Inglaterra y, a la vez, cabeza de la Iglesia Anglicana. Que «Dios guarde al Rey».

Una coyuntura como esta despierta entre nosotros, como en tantas circunstancias parecidas, la reflexión sobre el sentido y valor de la monarquía como forma de gobierno. Sabemos que ya no se trata de una monarquía absoluta, sino bajo la égida de una Constitución democrática, pero se despierta de nuevo la reflexión. Tal vez no tanto en Inglaterra como se despierta en nuestra España.

La Revolución Francesa se desarrolló sobre la afirmación de la igualdad básica y fundamental entre cada persona: cada ciudadano es sujeto de una soberanía que se ejerce entre todos y por todos. Para algunos, la forma lógica de gobierno es la forma republicana, en la que el Jefe de Estado es también elegido entre todas las personas que componen la sociedad. Para otros, la forma actual de la monarquía ofrece un medio de estabilidad institucional, siempre que se someta al régimen democrático constitucional, manteniendo el vínculo con la historia de los pueblos.

Cualquiera que sea la forma en la que se concreta el gobierno de un estado, hay aspectos que no se deben olvidar a la altura de la historia en la que estamos: que cada persona es digna de todo respeto y sujeto de derechos que nada ni nadie puede obviar. Que nadie está exento del cumplimiento de la ley y que esta debe fundamentarse sobre los derechos humanos reconocidos por los organismos internacionales. Que el sábado está pensado para la persona, y no la persona para el sábado, como nos recordaba Jesús al darle el verdadero valor a la ley que hacemos entre todos.

Si hemos estado atentos al acontecer y a la dinámica social que se vuelca en las redes sociales, la muerte de la Reina de Inglaterra y el reconocimiento de Carlos III como su heredero, ha sido objeto de infinidad de memes. Detrás se encuentran posturas filosóficas o actitudes jocosas que suelen buscar ocasiones para la broma o la ironía. El humor que relee la historia.

Cualquiera que sea la forma como se organiza un estado, lo importante es reconocer que en el centro está la persona, toda persona, y que esta posee una dignidad que nadie debe descartar o vulnerar. Salvada esta básica idea madre, cualquier forma de gobierno me parece válida. Es más, si hacemos un recorrido por numerosos estados autocalificados como democráticos y que han superado viejas modalidades monárquicas, no es difícil reconocer también posturas totalitarias e intolerantes que se alejan abismalmente de una serena lectura de la Declaración Universal de los Derecho Humanos.

Ojalá que la renovación de sujeto en la Casa Real Inglesa vaya acompañada de una forma renovada de superar el individualismo insolidario que olvida que el mundo es uno y que todos los seres humanos tienen la misma dignidad.

Por eso cabe, es necesario y suena bien que «Dios guarde al Rey».

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