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Juan Pedro Rivero González

Libres, iguales y fraternos

Hemos comenzado a vivir en estado de sospecha permanente. Basta escucharnos a nosotros mismos en cualquier conversación espontánea en la que participemos. Basta escuchar las noticias en cualquier sobremesa y darnos cuenta que siempre hay una sospecha escondida en los comentarios que hacemos o que escuchamos.

Y lo peor es que no dejan de tener razón quienes sospechan de los intereses ocultos de los incendios de los veranos; no dejan de tener algo de razón los sospechosos de los intereses ocultos que están detrás de las empresas aseguradoras de todo tipo. Una sociedad sin inocencia no necesariamente es una sociedad sana y segura. Mejor que inocencia, deberíamos decir confianza. Detrás de lo que nos dice el vendedor ¿habrá verdad o solo interés por vendernos algo?

Lo grave de este tema es que, al perder la confianza, no nos queda sino edificarnos sobre la sospecha. Y vivir buscando la pulga detrás de toda oreja, o buscándole la quinta pata al gato; y esto es muy estresante. Las instancias que antaño eran espacio de verdad y lugar de confianza social han entrado en crisis. Ya no nos fiamos ni del diagnóstico del médico.

¿Qué interés oculto tendrá este tipo? ¿Quién habrá ocasionado esta desgracia y para qué lo habrá hecho? No solo se apagan las luces de la confianza, sino que se apagan las de la gratuidad. Nadie da un duro por cuatro pesetas. Nadie hace nada por nada. Y la sospecha ahoga cualquier actitud desinteresada. Y algunos aspectos sociales se edifican sobre la gratuidad. Una persona voluntaria, en principio, no tiene otro interés que hacer el bien.

En una sociedad prevenida y desconfiada el voluntario es también sometido al escáner de la sospecha. Y como nadie quiere ser escaneado, pues entra en crisis el espíritu del voluntariado. ¿Dónde están las comisiones de fiesta de otras épocas que dedicaban tanto tiempo a buscar recursos para echar adelante una fiesta popular? Lo sustituye la concejalía de Fiestas del Ayuntamiento. Se acabó la gratuidad y la generosa contribución personal al bien de todos. ¿Dónde están los comedores sociales que organizados por voluntariado existían entre nosotros? Los sustituye un catering organizado y llevado adelante por educadores sociales de la concejalía de Derecho Social. Y así, mil ejemplos que todos conocemos en los que la gratuidad se difumina inevitablemente en una sociedad de la sospecha.

Me comentaron ayer que una trabajadora fue denunciada por sus compañeros por trabajar más de la cuenta. No se trataba de hacer bien y completo su trabajo, sino que era sospechosa de trabajar en contra de sus compañeros para los que la empresa y los intereses de la misma eran sospechosos. Todo bajo sospecha. Hasta el Tribunal Constitucional en España está bajo sospecha. ¡Qué nos puede esperar!

No entramos es las leyes que hacen sospechoso a todo individuo por el hecho de ser un individuo. Esta sociedad debe aplicarse una terapia de reconversión seria, pues la inmensa mayoría de situaciones en las que nos definimos como felices se estructuran en torno a momentos gratuitos organizados desde la gratuidad. La confianza es la llave de la fraternidad. Y, que yo recuerde, esta es un tercio del grupo de la Revolución Francesa, junto a la libertad y la igualdad. ¿Para qué sirve una sociedad de libres e iguales si no es una sociedad fraterna?

Los competidores no son enemigos, solo compiten. Los adversarios políticos no son enemigos, solo muestran sus ideas y proponen lo que consideran. Superemos el enemiguismo sospechoso y desconfiado. Tal vez existe buena voluntad en los demás, aunque lo que pretendan, piensen o digan no coincida con lo nuestro.

¿Y si nos engañan? Pues ellos se llevarán la paga del que miente, y nosotros la inocencia del engañado. Pero romperemos el círculo vicioso de la pseudo prudencia que hace personas infelices.

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