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Austeridad no significa lo mismo que precariedad

La próxima batalla tiene como objetivo la recuperación plena de la economía y el empleo.

Aportar más riqueza con la condición de que las finanzas públicas se ajusten de manera urgente para no tener que soportar un esfuerzo fiscal que recargaría innecesariamente la pesada losa que el mercado lanza sobre las espaldas de trabajadores y empresarios.

Se trata de acabar con los simulacros de inversión y asumir que la austeridad no tiene nada que ver con la precariedad.

Un otoño aliente sobre el que se ha escrito mucha literatura macroeconómica, pero a la que hay que añadir un escenario de incremento de la morosidad empresarial, más allá de la refinanciación de los créditos ICO, avalados por el Estado, que la banca tendrá que provisionar, con el consiguiente encarecimiento del crédito, más allá del Euribor.

Las encuestas predicen que a las familias les vuelve a preocupar, por encima de todo, inflación, inseguridad, sanidad y ayudas sociales.

Tenemos puesta la esperanza en el turismo y su efecto tractor sobre industria, comercio, restauración y agricultura, sin dejar de mirar de reojo a la evolución económica de los países emisores y los problemas de movilidad, de manera externa, así como de la evolución de los costes de energía, laborales, de suministros o fiscales.

En resumen, vienen unos trimestres con menos capacidad de negocio y reducción de los márgenes empresariales, donde el mercado pondrá a cada uno en su sitio, generando cierres empresariales y al mismo tiempo, oportunidades a las empresas que, por su viabilidad preconcebida, se repartan el mercado entre un número menor de competidores.

No nos olvidemos que, las familias, en época de vacas gordas, amplían su gasto e inversión, en detrimento del ahorro, por una esperanzadora sensación de confianza, al igual que, en estos tiempos de crisis, se lo replantean todo y no gastan sin garantizarse previamente lo básico, como el pago de vivienda, alimentos básicos, energía, combustible o colegios, mientras renuncian a gastos suntuarios, como ocio, restauración, vacaciones, confección o calzado.

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