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editorial

La revalorización de la FP

Esta semana se han conocido las notas de corte de acceso a la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria. Después de los exámenes que se llevaron a cabo a mediados de junio y del proceso de inscripción ahora en marcha este es el punto final de la educación secundaria que, después de la ESO, obligatoria, prepara a los estudiantes que así lo hayan decidido para el acceso a la educación superior. Los llamados estudios terciarios, sin embargo, no se limitan a una posibilidad que aún hoy es percibida, erróneamente, como la vía con más prestigio para acceder a una carrera profesional. Desde hace años está sobre la mesa el debate sobre los ciclos formativos de grado superior, conocidos como formación profesional (FP), una opción que cada día gana más adeptos y que ha dejado de ser, para muchos estudiantes, una alternativa de menor rango.

Muchos datos avalan el auge de la FP y, en especial, la necesidad de llevar a cabo una política de asesoramiento entre el alumnado no solo en los dos años de bachillerato (que están encaminados a la superación de las pruebas de acceso a la universidad) sino también durante el periodo de la ESO. Las matriculaciones en FP han aumentado en el conjunto del país en un 43% en el transcurso de los últimos cinco años. Un 9% en Canarias en el último año hasta contar por primera vez con más matriculados que en las universidades. Las causas son diversas, pero todas ellas contundentes. La FP es altamente exigente y representa un recurso educativo que los expertos valoran con argumentos como la integración más rápida en el mercado laboral (se trata de dos años, después del bachillerato, a diferencia de los cuatro que conlleva un grado universitario) o la adecuación efectiva de los recursos docentes a las vocaciones y habilidades de los alumnos. El 36,6% de los empleos que se ofertan en Canarias requieren una titulación de FP. En una de cada tres de esas propuestas de trabajos basta con un grado medio, mientras que en las otras dos restantes se exige un grado superior. Un joven que se ha formado en la FP que se imparte en las Islas tiene más posibilidades frente a quienes tienen un nivel educativo inferior. La tasa de ocupación de estos estudiantes supera en 15,4 puntos a la de quienes abandonan sus estudios. El porcentaje de canarios de entre 15 y 24 años que ni estudia ni trabaja (ninis) es del 19,7%, muy por encima del 13,9% del conjunto del Estado.

Muchos otros datos avalan el auge de la formación profesional, y demuestran que el acceso a la madurez intelectual y profesional no es exclusivo de la formación universitaria. Ambas formaciones son diferentes, por supuesto. En el caso de la universitaria, se requiere el grado para el ejercicio de determinadas profesiones liberales, con el aditamento de un máster obligatorio; en el caso de la FP, la adaptación a las necesidades cambiantes permite una mayor flexibilidad y empleabilidad, con la mirada puesta en una clara orientación al aprendizaje práctico. El prestigio que van adquiriendo los ciclos formativos (desde la informática a la sanidad, pasando por el comercio internacional, la automoción o el mantenimiento de buques, la electricidad y la fontanería, por poner solo unos ejemplos) se basa también en estadísticas como la del Ministerio de Educación: mientras el paro juvenil asciende a cerca de un 40% (en Canarias por encima del 50%), entre los titulados en FP se sitúa solo entre el 6% y el 7%.

Por otro lado, son significativas dos cifras más en el conjunto del país. La que se refiere a los estudiantes que abandonan la universidad o cambian de grado (en torno a un 33%) y la de los mayores de 30 años (un 17%) que cursan FP. Esto significa que es necesaria una información adecuada y una orientación profesional que, en el caso de Canarias, la Consejería de Educación ya se plantea como prioridad. Al mismo tiempo, se producen intercambios, pasarelas y convalidaciones entre FP y universidad que deben intensificarse, puesto que la vía de la Formación Profesional no solo es de inserción laboral, sino que también se impone como una continuidad académica de unos estudios que pueden desembocar en la profesionalización o en otras alternativas de enseñanza superior. Los casos de éxito de Alemania o del País Vasco, con una interacción constante con el tejido empresarial a partir de la fórmula dual de educación teórica y trabajo práctico y con una apuesta política clara por la FP, se presentan como ejemplos a seguir para que el acceso a la madurez profesional e intelectual no se limite al mundo universitario.

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