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Joaquín Rábago

¿Qué diría Vázquez Montalbán de todo esto?

A veces me ocurre preguntarme qué diría de lo que hoy sucede Manuel Vázquez Montalbán, aquel gran periodista que fue mi compañero de la revista Triunfo, que recordará el lector más veterano.

¿Qué había pensado del hecho de que la OTAN se haya comprometido a enviar a Ucrania todas las armas que quiera su presidente sin pensar siquiera un momento en cómo parar una guerra que está costando tanta destrucción y tantas vidas?

Sí, todos conocemos la vieja máxima latina de “si vis pacem, para bellum”, y la OTAN no deja de asustarnos con la posibilidad de que el autócrata del Kremlin decida engullir otros países europeos si no se les paran antes los pies en Ucrania.

Pero ¿de verdad piensa alguien que un Ejército que ha fracasado estrepitosamente en su intento inicial de hacerse con Kiev iba a atreverse un día con Polonia o incluso con las pequeñas Repúblicas Bálticas, es decir a enfrentarse directamente con la OTAN.

El presidente ruso puede ser un político brutal, pero no es un imbécil, sino que sabe calcular los riesgos, por más que la aventura ucraniana no le haya salido, por suerte, como él imaginaba.

Me pregunto también qué habría dicho el analista lúcido y siempre crítico de la actualidad que fue Vázquez Montalbán del casi total olvido, cuando se informa sobre el conflicto, de cómo se llegó a esta situación, algo esencial si se quiere llegar un día a una solución diplomática.

Se olvidan las numerosas advertencias de reputados diplomáticos estadounidenses, veteranos de la anterior Guerra Fría, que alertaron de la provocación que supondría para la nueva Federación Rusa la ampliación de la Alianza Atlántica hasta sus mismas fronteras.

No se les hizo caso: los gobiernos de EEUU, sobre todo los encabezados por demócratas, parecían empeñados en esa ampliación con el argumento de que los países debían poder elegir libremente sus alianzas.

Se violaron compromisos occidentales de no llevar a la OTAN más cerca de Rusia de lo que la Alianza estuvo mientras existió el Telón de Acero, pero parece que hoy no interesa demasiado recordarlo.

¿Qué habría dicho Vázquez Montalbán del hecho de que en la cumbre madrileña de la OTAN, los gobiernos europeos aceptasen verse involucrados por Estados Unidos en su conflicto con China, su principal rival estratégico en este momento y el único capaz de poner en cuestión su hegemoníal?

¿Y qué pensaría de las palabras del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, que el otro día advertía a sus conciudadanos, ya suficientemente alarmados por el fuerte aumento del coste de la vida, de que deben estar preparados para unos años difíciles porque esa guerra va a durar no se sabe cuánto tiempo?

Y va a durar porque Washington, cuya poderosa industria de armamento, al igual que la gasista, debe de estar frotándose las manos, antes que en presionar a favor de una solución diplomática, se ha empeñado en dar un castigo ejemplar a Rusia de forma que el país de Putin no vuelva a levantar cabeza.

Aunque para ello continúe la destrucción de Ucrania y las economías europeas se enfrenten a una gran recesión si, como respuesta al boicot económico que sufre, Rusia decide suspender el suministro de gas al corazón industrial del continente.

¿Tan imposible era para el Gobierno de Ucrania renunciar, al menos de momento a sus aspiraciones atlantistas y aceptar un estatus de neutralidad, algo que llegó por cierto a interesar a su presidente hasta que los círculos más ultranacionalistas de Kiev y el Gobierno de Washington le convencieron de que no lo hiciera?

¿Será acaso mejor lo que vemos ahora: la muerte de decenas de miles de personas inocentes, el éxodo o desplazamiento interno de cientos de miles más y la devastación del país? ¿No habría que intentar parar ya la masacre?

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