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Jorge Bethencourt

Manual de objeciones

Jorge Bethencourt

El mercado encadenado

Hace casi medio año, el desgobierno de este manicomio decidió incorporar el surrealismo a la legislación española a través del llamado Valor de Referencia de Mercado. Hasta comienzos de este año, el valor de mercado de cualquier inmueble se fijaba a través del precio que se pactaba libremente entre la parte vendedora y la compradora. Sin embargo, el desgobierno español ha establecido, por sus santos bigotes, que el valor de mercado no lo establece el mercado sino que es el precio arbitrario establecido por la administración. O sea, el perro es un gato, porque lo digo yo.

A partir de ahí, con la Iglesia hemos topado, Sancho, se han dicho los ciudadanos que han comprado una vivienda. Porque la anunciada revisión del catastro se ha convertido en la fiesta del Google Maps. Los responsables de revisar las operaciones de compraventa acuden a una imagen satelital del ladrillo que se ha vendido y establecen, a ojo de pájaro de mal agüero, lo que ellos consideran que es el «precio de mercado» de la zona.

Cualquiera que haya vendido o comprado una vivienda sabe que el precio depende de una multitud de factores. Aunque el piso o la casa esté en una «buena zona» el interior de la vivienda se puede encontrar en mal estado, con grietas o humedades, con daños que necesiten reparación. O el que lo vende puede estar muy apurado y necesitar urgentemente dinero, lo que contribuye a bajar el precio. En suma, que es imposible fijar un valor de referencia que no sea el que libremente pacten el vendedor y el comprador.

Lo que pasa es que las autoridades no se creen ese precio. A pesar de que nos vigilan con mil ojos, controlan los movimientos de las cuentas corrientes y han prohibido los pagos en efectivo, estiman que en muchas operaciones se declara ante notario un precio de compraventa que no es real, porque hay entregas de dinero «opacas» que se producen al margen y en efectivo. Y sobre esa sospecha se construye una ley que por evitar el ilícito que hacen algunos perjudica lo lícito que hacen todos los demás. Y entonces, como siempre, pagan los justos por los pecadores. Y se encubre que el verdadero motivo es ingresar más, al precio que sea.

Aún es pronto para determinar qué efecto tendrá esta despótica medida sobre el mercado de la vivienda. Y habrá que ver si la Justicia no acaba tumbándose un intervencionismo tal de unos poderes públicos que son capaces de decir cuánto vale algo que, sin embargo, nunca te comprarían a ese precio.

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