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Jorge Bethencourt

Manual de objeciones

Jorge Bethencourt

Vivienda, crecimiento y territorio

Lo que siente la gente es que si alquilan su casa corren un riesgo. Si el inquilino no paga, porque sencillamente no puede, las van a pasar canutas para poder echarle. Si le ocupan ilegalmente una vivienda vacía, lo mismo. El derecho de propiedad sobre un piso en el que las familias han invertido sus ahorros puede verse lesionado por las necesidades de otras personas. Y esa inseguridad perjudica el alquiler.

En Canarias llevamos décadas sin hacer vivienda social. Y por otro lado, llevamos el mismo tiempo importando mano de obra que necesita vivienda en alquiler. La población, en las cuatro islas turísticas, se ha multiplicado. El crecimiento en zonas de Lanzarote o Fuerteventura es asombrosa. Lo mismo que en el Sur de Tenerife o Gran Canaria. Y en vez de construir consumiendo el menor suelo posible —en altura— nuestro modo de vida se aboca a la vivienda de una o dos plantas. Kilómetros cuadrados de medianías han sido invadidos por casas desperdigadas sin orden ni concierto.

¿Es culpa del turismo? Claro que no. El turismo ha devorado las costas. Las medianías son asunto de los residentes, que han colonizado, en muchos casos con auto construcción, el territorio que se extiende en las cercanías de las grandes vías de comunicación. El turismo nos ha dado de comer, el desorden residencial solo techo

Lo más curioso es que quienes defienden que el impacto sobre el territorio no puede continuar de manera descontrolada no quiere ni oír hablar del control de la población. Denuncian, con razón, que seguir aumentando el número de turistas que vienen a las islas –dieciséis millones en el mejor año– es un error, por el impacto medioambiental que lleva aparejado. Pero no dicen ni una palabra sobre la población residente. Al contrario, defienden unas islas solidarias y abiertas a la inmigración. Unas islas ilimitadamente dispuestas a la llegada de mano de obra porque, al fin y al cabo, todos fuimos emigrantes.

Hemos superado la carga de población que puede soportar una economía como la nuestra. Con los mejores datos turísticos fuimos campeones del paro. Hace ya mucho tiempo que debimos plantearnos qué hacer: poner normas a la residencia, cambiar la estrategia de edificación, repensar qué actividades económicas podemos potenciar… Pero nada de eso se ha hecho. Como una gallina sin cabeza, celebramos que vuelve el turismo, para seguir corriendo hacia no se sabe dónde. Que todo cambie, es que todo siga igual.

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