Síguenos en redes sociales:

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Juntos llegamos más lejos

Un grupo de matrimonios realizó la semana pasada una experiencia novedosa: recorrer las calles de La Laguna de la mano de su pareja, conociendo la historia de sus calles y monumentos, y dialogando sobre su vida en común. La Primera Ruta Romántica organizada por el Arciprestazgo de La Laguna. Alguna pareja ya tenía años de vida compartida. Y, sin embargo, al final reconocían que, no solo habían descubierto aspectos nuevos de nuestra historia, sino que habían reconocido aspectos nuevos de su amor mutuo. Podemos pasar la vida al lado de otra persona y no conocer toda su verdad.

El trabajo por la objetividad debería ser el más serio esfuerzo intelectual. Debería ser reconocido y valorado. Pasar de la opinión al dato verdadero. Pasar de nuestra idea de la realidad a la realidad contrastada. Sabiendo, claro está, que la verdad es una conquista que nos supera a todos y que, entre todos, con sentido colaborativo, podemos ayudarnos a conquistarla. Renunciar a este esfuerzo nos apoca y puede hacernos caer en la tentación de quedarnos en nuestra casilla de inicio contentos con nuestra idea y tamizando todo a través de ella.

Quien me explicó epistemología filosófica comenzaba sus clases con la conocida frase de Antonio Machado que dice así: «¿Tu verdad? No, la verdad; y ven conmigo a buscarla. La tuya guárdatela». Renunciar a su búsqueda es una característica epocal. Como no se puede tener toda, se renuncia a buscar ese algo que podemos alcanzar. Y como es difícil construir un camino común e interdisciplinar para acercarnos a ella, nos quedamos contentos con habitar en el espacio de nuestra libertad. Y se concluye, a mi juicio erróneamente, que es la libertad la que nos hace verdaderos. El rostro cercano de una época de post-verdad.

Esto no es teoría. Hay muchos ejemplos prácticos en los que esta forma de pensar se nos impone y hasta nos contagia. Una mascota, por ejemplo, la que sea; un animal doméstico que acompaña nuestra vida, ¿qué es? ¿Un miembro de nuestra familia? Puede que, más bien, el pequeño animalito sienta que nosotros somos miembros de su manada. O un hijo, o una hija; ¿qué es? ¿Un derecho que debemos conquistar o un don que recibimos con el mismo amor con el que fue concebido? Estas realidades ¿tienen capacidad de ser verdaderas, o solo pueden ser opciones personales, libremente asumidas y nada más?

Estos son caminos que no se suelen andar, porque están llenos de obstáculos y peligros, con salteadores y tierras movedizas. Preferimos la tranquilidad de estar en nuestra propia casa; en nuestra casilla de salida. Y desde allí, mirar a que cada palo aguante su vela. Pero de esta manera renunciamos a dos aspectos que, a mi juicio, son fundamentales: nuestra dimensión social, abierta a una búsqueda conjunta de la verdad, y a la humildad que querer conocer más y mejor la realidad que puede ser conocida en la medida de su verdad alcanzable.

Hace falta equiparnos para esta conquista. Porque es muy duro renunciar a nuestra opinión para salir en búsqueda semejante. Por ello, en la mochila debemos poner la humildad de estar dispuestos a aceptar que nosotros no tenemos la verdad plena, y vivir a la escucha de posturas razonables. Introducirnos en la gramática de la colaboración. Solos iremos más rápido hacia una certeza; pero en común llegaremos más lejos en el camino de la verdad. Las otras personas tienes algo que ofrecernos en este camino de búsqueda compartida. Y como en toda mochila de camino, debemos llevar un repelente de mosquitos: un ánimo de repeler cualquier postura ideológica, ciega y precluida, que muere por incapacidad de escuchar otra voz distinta a la propia.

Todo camino, el más arduo o difícil, también puede ser romántico. Solo si es compartido.

Esta es una noticia premium. Si eres suscriptor pincha aquí.

Si quieres continuar leyendo hazte suscriptor desde aquí y descubre nuestras tarifas.