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Alejandro de Bernardo

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Alejandro de Bernardo

Vladimira

Están tan devaluados… los días internacionales, digo. Escuché que se celebran al año 869 días mundiales de algo. Si se repartieran homogéneamente les saldría a dos motivos y pico por día. El 8 de marzo resurge con fuerza entre los demás. Día Internacional de la Mujer. Y salieron a la calle. Tantas cosas todavía que las denigran, las desigualan y las minan… tantas las asesinadas… todavía. Eso sin guerra o en guerra constante silenciada.

Estamos en la tierra, en el mundo, de los brutos. La invasión de Ucrania es terrible. Si Vládimir fuera Vladimira… Ucrania seguiría en paz. Seguro que su gobierno no estaría basado en el empuje de la testosterona ni en la fuerza, las fantasías imperialistas o la brutalidad. Vladimira no habría llegado al poder por crueldad o por despiadada. Y no lo sería.

Me preguntaba mi hijo sobre el significado de las mujeres como víctimas de la guerra porque decía que «si la mayoría de los que van a la guerra son los hombres…» Y le conté dos historias que se recogen en el libro La lucha por la dignidad de José Antonio Marina y María de la Válgoma, autores familiares para los que nos dedicamos a la educación. En Bosnia, durante la guerra de la desintegración de la antigua Yugoslavia –terminó anteayer como quien dice-, una mujer fue detenida por unos soldados. La llevan al centro de un salón y le mandan que se desnude. La madre obedece y deja al bebé en el suelo, a su lado. Cuatro guerrilleros serbios la violan consecutivamente, mientras el crío llora y ella lo mira desgarrada. Cuando finaliza la violación múltiple, la mujer pide por favor que le acerquen al niño para amamantarle. Entonces, uno de ellos decapita al niño con un cuchillo y le entrega la cabeza a la madre. La mujer grita desesperada y sale corriendo de aquel salón con el alma desgarrada y la vida muerta para siempre.

La otra historia también hiela. Ocurrió en Sierra Leona. Donde las guerras son el pan nuestro de cada día. La consigna era que antes de retirarse de la aldea asaltada había que cortar la mano derecha a todos los habitantes supervivientes. Una niña, que estaba muy contenta porque acababa de aprender a leer y escribir, pide al soldado que le corte la mano izquierda para poder seguir escribiendo. El guerrillero le corta las dos manos.

De verdad alguno de ustedes es capaz de imaginarse a mujeres haciendo algo similar… Las mujeres han sido víctimas de la guerra. Desde siempre, los conquistadores se han sentido dueños de la vida y de la honra de las mujeres. Violarlas ha sido casi un derecho otorgado a los soldados vencedores.

Hoy, a pesar de la evolución de los papeles de las mujeres, ellas siguen siendo, generalmente, las que se encargan de la educación de los hijos, de sostener la economía familiar mientras ellos están en el frente, de sacar adelante al país. Su pelea es otra: ellas luchan para mantener la seguridad, en todas sus dimensiones, de sus familias y para asegurar la supervivencia de la comunidad durante y después del conflicto. Pero a ellas no se les reconoce o se hace de forma muy diferente. Los hombres se ponen las condecoraciones, las mujeres no. Se les arrebata la victoria.

Estoy seguro de que si hubiera más mujeres presidiendo los gobiernos, no habría guerras como la que estamos sufriendo. Hemos visto recientemente que los países gobernados por mujeres han hecho una gestión de la pandemia mucho más eficaz y sensible que el de los dirigidos por hombres. Esos países han tenido una gestión de la crisis más efectiva, más rápida, más sensible y más audaz. Nos iría mejor sin déspotas o tiranos.

Si teníamos poco con la pandemia nos meten ahora en esta horrible sinrazón. Todos lo sufriremos, pues vivimos en un mundo globalizado pero se imaginan cómo tiene que ser acostarse feliz en la normalidad y levantarse entre sirenas, estallidos, gritos, carreras, miedos, llantos, destrucción, muertos… esa herida no se cura nunca. Y si cierra, lo hará en falso.

Feliz domingo.

adebernar@yahoo.es

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