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Jorge Bethencourt

Manual de objeciones

Jorge Bethencourt

Oye Siri

Pregúntale al móvil, si no me crees: ¿Siri, habrá elecciones anticipadas en España? Verás que te contesta como un presidente del Gobierno cualquiera. O sea, que no te dice nada creíble. Pero todo el mundo anda barruntando que va a pasar algo. Porque a nadie le amarga un dulce y Pedro Sánchez, viendo la crisis del PP, tiene la cara de quien está delante de una pastelería. Y como decía un famoso entrenador del Alcoyano, «cuando el portero esté por el suelo, balones por alto».

Ahora mismo el PP anda por los suelos electorales. Muchos aún están intentando digerir y entender la brutal caída de Pablo Casado, hijo de estos tiempos donde todo se consume en centésimas de segundo. Los discursos, las promesas, los liderazgos y las vidas. Ya saben, las estrellas que más brillan son las que menos duran. Apenas tres años bastaron para que el líder de la derecha española –la «derechita cobarde» que dice Abascal– ardiera en una intensa llamarada con rostro de mujer madrileña.

Pedro Sánchez ha demostrado que es un depredador. Empezó devorando a parte de su propia manada. Se convirtió en el macho alfa del PSOE liquidando a la mitad de los viejos dirigentes. A la otra mitad tardó un poco más en roerle los huesos: pero lo hizo. Aún anda por las esquinas sacándose pedazos de Susana Díaz de las muelas. Presentó una moción de censura por la que nadie daba un duro y la ganó por primera vez en la historia de nuestra democracia. Es «el renacido», llamado a hacer lo que nadie antes ha hecho. Cree que está ungido por los dioses de la fortuna. Pero, sobre todo, tiene un instinto matador.

Ahora mismo le deben estar sonando todas las alarmas. Ya dijo en el Congreso que no pensaba adelantar las elecciones. No me toquen las narices. Y si quieren se lo repito veinte veces: no va a convocar elecciones. Ni va pactar con Bildu. Ni le dará una amnistía a los presos catalanes. ¿Cómo? ¿Que ya hizo todo eso? Bueno… Pedro Sánchez es, como todo el mundo sabe, un hombre de palabra. Es decir, hoy tiene una palabra y mañana otra. Por ejemplo hoy una cosa es «no» y mañana es «sí». Eso no quiere decir que haya mentido, sino que las circunstancias han cambiado.

Sánchez estuvo muerto y resucitó. No es del tipo de gente que te deja levantar la rodilla de la lona. No puede darle tiempo a Núñez Feijoo para que se fortalezca en el poder. No va a consentir que los conservadores resurjan de sus cenizas y recuperen el electorado del que se han estado desangrando en estos días.

Si no hay elecciones anticipadas es porque Pedro Sánchez sabe algo que los demás no sabemos. Por ejemplo, cómo va a caer también Núñez Feijó. O cómo le van a servir, en bandeja de plata judicial, la cabeza de esa Ayuso que tanto le falta al respeto.

El Recorte

El Zar rojo

Dios los cría y ellos se juntan. Nicolás Maduro y Díaz Canel, los dictadorzuelos de las revoluciones comunistas caribeñas, adoran a Vladimir Putin. Casi tanto como al líder de la dictadura comunista china, Xi Jiping. Pero el planeta entero está sentado sobre un barril de pólvora atómica, con la que juegan estos dos siniestros personajes. China es una dictadura que silencia con mano de hierro a sus ciudadanos. Putin envenena a sus críticos, encarcela a sus rivales políticos y persigue a los «desviados sexuales» en un país que gobierna como un emperador comunista. Con el discurso de la vieja Rusia quiere conquistar el mundo a punta de bayoneta. Y se permite el lujo de amenazar con su arsenal atómico, con toda la chulería del mundo, a quien le haga frente. A nadie le gusta la guerra, pero si no se le paran las patas al excesivo líder ruso, el derecho internacional se volverá agua de borrajas. Si Rusia puede invadir Ucrania impunemente, China hará lo mismo con Taiwán antes de que nos demos cuenta. Existe consenso internacional en la condena a la agresión rusa que está matando civiles con sus misiles y tanques. Solo las dictaduras comunistas, bolivarianas y caribeñas son capaces de defender a un tipo que puede convertir el mundo, por tercera vez, en un gigantesco baño de sangre.

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