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Juan Cruz Ruiz

TESTIGO DE CALLE

Juan Cruz Ruiz

Manuel Guedán: ha nacido una estrella

Al tiempo que la España política, y no tan solo, asistía a la vida exagerada de Alberto Casero, el diputado popular que equivocó su voto y le arregló al gobierno de coalición la aprobación in extremis de la Reforma Laboral, en el Matadero de Madrid se presentaba este viernes un libro insólito del joven novelista Manuel Guedán (Madrid, 1985). La paz del Matadero, donde teatro, música y libros, jóvenes y viejos transeúntes de la capital de España, van de un lado a otro pisando viejos adoquines, no tenía, naturalmente, nada que ver con la trifulca política, pero algo había en el ambiente que se heredaba de las últimas noticias. La presentación del libro de Guedán (Los sueños asequibles de Josefina Jarama, Alfaguara) se llenó de figuras políticas, algunas del pasado remoto (remoto para algunos) como el padre del propio Guedán, también llamado Manuel, que fue prochino, y José Sanroma, que fue igualmente una figura de aquellas tendencias que hay parecen de novela de nuestras juventudes. Y otras del pasado mucho más reciente (la mujer del joven Guedán es Rita Maestre, según el novelista «la futura alcaldesa de Madrid», y allí estaba el que fue portavoz de política internacional de Podemos, Bustunduy, que dejó esos pagos y ahora estudia y enseña).

Por supuesto, fue una sesión puramente literaria, cuyo voltaje más destacado se puso de manifiesto en la mesa que acogió la presentación, donde una joven periodista muy potente, Pepa Blanes, llena de vivacidad en sus preguntas y en las risas que compartió con el joven autor, y el propio Guedán conjuntaron una vibrante demostración de que estas actividades que a veces parecen misas subterráneas pueden ser espectáculos que podrían ser propios de Woody Allen o de Larry David o, pongo por caso, de Andreu Buenafuente. Guedán junior, que ahora es editor de la editorial Lengua de Trapo, reclutó a muchos de su gremio, entre los cuales estaba Jorge Lago, que también fue del ejército de Podemos, y al que conocí años atrás en el Café Gijón, en el curso de un encuentro con el que fue líder de Podemos, Pablo Iglesias. Como si un mundo nuevo, pletórico, atraído por la amistad y por los libros, quisiera abrazar al autor y a la novela, sobresalía en ese encuentro de las naves de despiece del viejo Matadero señalando a quien lo quisiera ver que tras la pandemia que parecía que iba a acabar con el entusiasmo editorial ha venido una avalancha de novedad y de alegría que, en este caso, fue una expresión saludable de camaradería.

Blanes y Guedán escenificaron en seguida la alegría de hablar de un libro que al autor le entusiasmó escribir, a Pepa Blanes le encantó presentar y que la editora, Pilar Álvarez, publica con entusiasmo. Guedán contó que, cuando era un niño de once años, le dijo a su padre que quería escribir sagas, es decir, historias concatenadas que lo hicieran millonario como los autores (como Arturo Pérez-Reverte) capaces de crear un personaje a lo Alatriste que siguiera viviendo en tantos episodios como libros. Él tenía claro, además, que sería Alfaguara la editorial en la que publicaría en su día los resultados de esa imaginación que ya lo hacía un autor del futuro. Su padre (allí presente, como su madre) le dijo que eso de la editorial sería cosa suya, que no se preocupara. Pasaron los años, este Guedán joven publicó algunos libros en editoriales distintas, y al fin se encontró un día que Alfaguara, precisamente, había aceptado esta novela que recibía un abrazo inmenso (de amigos, de lectores, de colegas editores) en la noche del Matadero…

Hace muchos años, casi tantos que no caben en una línea de texto, conocí a Fernando Savater presentando un libro del que él dijo que era como un manuscrito hallado en un campo de concentración de la guerra mundial… Recuerdo que el entonces joven filósofo hablaba ante una multitud que probablemente no le prestó tanta atención al libro y a su presentación como a la imperiosa palabra del que ha llegado a ser el más importante filósofo español. Su vocabulario, la potencia de sus metáforas, su capacidad para encantar con sorpresas verbales de una intensidad caleidoscópica, fue absorbiendo a la audiencia con el vigor de una inteligente música de rock o de jazz, de modo que salimos de allí los que tuvimos la suerte de asistir a ese estreno público del joven filósofo creyendo de veras que había nacido una estrella, de la filosofía y de la palabra dicha, de la oratoria, que en aquel entonces parecía destinada tan solo a ocuparse de la política.

Mientras escuché a este nuevo Guedán (el otro, el padre, por cierto, es vecino de El Médano, Tenerife, después de años de acción diplomática y cultural por esos mundos) fui recordando aquel verbo de Savater. Fue como si el tiempo trasplantara al Matadero aquella forma de referirse a los libros (en el caso de Guedán, a su libro) como si éstos fueran aventuras no sólo escritas sino dichas, habitadas por la vida misma y no como arenques secos que una vez depositados en las páginas ya no tienen otra vida que la de languidecer en las librerías. Delante de las numerosas filas del público reía la futura alcaldesa de Madrid, su mujer, a la que va dedicado el libro («Para Rita, porque a los días invita ella»), detrás de mi asiento una sobrina aun muy niña del autor reclamaba a su madre, y aun detrás, uno de los editores (y escritores) que quiso estar con Guedán, Luis Magrinyà, reía las ocurrencias de su brillante pupilo… Mientras lo veía celebrar la conversación hilarante entre Pepa y Manuel, miré la contraportada del libro, donde Magrinyà explica con deleite lo que hay dentro de este volumen que marca el nacimiento de este estrellato. Dice el escritor que también es editor: «De la era dorada del juguete español al apogeo de la morralla liberal en una moto de Delpizza, una accidentada comedia –alta, baja, con enredos y batacazos– sobre una de las marcas sociales más requeridas en nuestro tiempo: la carrera laboral. Y… ¡trata de tú al lector!».

Lo pasé tan bien en la presentación del libro que esta mañana, cuando puse las noticias y hallé otra vez aquel enredo parlamentario sentí que ni ese esperpento que parece un montaje de Muñoz Seca puede superar en gracia (y porvenir) una crónica de la fulgurante llegada al estrellato de Manuel Guedán, al que hay que prestar la atención que entonces reclamó Savater y que ahora él representa como si viniera de una película de Woody Allen, de un sketch de Larry David o de una metáfora de Buenafuente… Ah, por cierto, la novela tiene dentro juguetes de Alicante, pero si la resumo no le hago justicia. Vayan en seguida a las librerías, ahí está, palpitando. ¡Y trata de tú al lector!

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