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Jorge Bethencourt

Manual de objeciones

Jorge Bethencourt

A trabajar, malditos

Estos son mis principios, pero si no te gustan tengo otros. No ha pasado tanto tiempo del ácido enfrentamiento tabernario entre los gobiernos de España y de Madrid. Fue en mayo de este año, con una participación récord, doce puntos mayor que en las elecciones de 2019.

En la esquina derecha, Isabel Díaz Ayuso, gata, fajadora, con cara de poquita cosa pero un gancho populista demoledor. En la esquina izquierda, Pedro Sánchez, con un rostro de piedra y unos guantes lastrados con el BOE.

La excusa había sido la moción de censura que presentaron Ciudadanos y PSOE en Murcia contra el Gobierno del PP. Que luego los naranjitos se extrañan de que les den por donde sale el sol. La líder de Madrid decidió que al que madruga dios le ayuda y que se iba a levantar temprano. Convocó elecciones. Y el terreno donde se ventilaba el choque de trenes políticos no era otro que el de la seguridad frente a la libertad.

Díaz Ayuso, sin complejos, recordó que los comunistas no han defendido históricamente ni la libertad, ni la democracia, ni los barraquitos y empujó sutilmente a Pedro Sánchez, que de rojo tiene lo que de rubio, hacia la extrema izquierda. Era la batalla por las cañas. Madrid quería los bares abiertos y los negocios funcionando. Y Pedro Sánchez quería salvarnos a todos del bicho a base de cerrar los negocios a cal y canto. Simplificando.

En el país del mundo con más bares, tabernas y tascas por metro cuadrado, el resultado estaba cantado. Al PSOE le dieron un revolcón y le mandaron a coger uvas y de paso aprovecharon para ofrecerle la jubilación forzosa a Pablo Iglesias, más quemado que el palo de un churrero.

¿Y qué es lo que estamos oyendo hoy? Pues al mismísimo Pedro Sánchez diciendo que hay que equilibrar salud y economía. Que hay que tener cuidado con el virus, pero que debemos mantener activa la economía del país, porque de nada vale salvar el alma y que se muera el cuerpo, o al revés, yo qué sé. O sea, un viva la caña con espuma. Una defensa de que los bares y restaurantes sigan abiertos. ¿Ustedes son capaces de entender esto? ¡Pero si hace solo unos meses querían colgar a Díaz Ayuso de las enaguas por decir exactamente lo mismo!

El nivel de infectados en estas fiestas amenaza con desbordar todas las estadísticas. La gente se sigue muriendo y aunque digan que son menos, eso solo importa si no se muere alguien de tu familia. No es que haya cambiado nada, es que los que gobiernan están abriendo los ojos. Empiezan a aceptar que algunos van a tener que morir a cambio de que otros muchos puedan trabajar y pagar impuestos y mantener el quiosco.

Díaz Ayuso tenía razón. Pero no era la libertad. Era la caja registradora.

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