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con la historia

Cuando la Navidad era de Poseidón

Una de las noticias típicas que aparece año tras año por estas fechas es el encarecimiento de determinados productos. Y entre ellos, los que se llevan la palma son el pescado y el marisco, porque suelen ser alimentos escogidos para las celebraciones. Ya se sabe que unas gambas siempre dan un toque festivo.

Si los viajes en el tiempo fueran posibles y un griego de hace unos 2500 años tuviera la oportunidad de aterrizar en el siglo XXI, quizás nos preguntaría si estamos haciendo un homenaje a Poseidón. Teniendo en cuenta que era el dios del mar y la época del año en que estamos, le encajaría bastante con su mundo.

Para entenderlo, a nosotros también nos iría bien dar un salto temporal y retroceder algo más de un par de milenios. Nos encontraríamos una Europa mediterránea muy distinta. Una de las cosas que más nos llamaría la atención sería que la Navidad no existía. El cristianismo todavía no había aparecido y faltaba mucho para que la celebración del nacimiento de Jesús fuera la fiesta central de esta época del año. En tiempos de los griegos, el mes que coincidía con el solsticio de invierno (o sea, entre nuestros diciembre y enero) se llamaba mes de Poseidón.

La simplificación de la mitología griega hace que para nosotros sea solo el dios del mar. Y es cierto que aquel era su dominio principal, pero no el único. También era el guardián de las aguas corrientes y de los lagos. Sin embargo no tenía competencia sobre los ríos, que iban por libre y cada uno tenía su propia divinidad.

Era un dios muy querido por los griegos y en todo el territorio heleno se organizaban celebraciones para honrarle y pedirle protección durante diferentes momentos del año. Los arqueólogos han encontrado calendarios en los que no solo estaban pautadas las ceremonias, sino que se acompañaban de descripciones de cómo debían llevarse a cabo y el coste que tenían.

El profesor canadiense Noel Deeves Robertson, uno de los máximos especialistas de la religiosidad griega, hace ya un montón de años publicó un detallado estudio donde enumeraba las diferentes ceremonias dedicadas a Poseidón durante su mes que se producían en toda la geografía griega. Aquellas celebraciones nada tenían que ver con el recogimiento cristiano que caracteriza la Navidad. Al contrario. Por ejemplo, en lugares como Eleusis (próxima a Atenas), las mujeres y los hombres se dividían en dos grupos cuando empezaba a caer la tarde. Ellas se dedicaban a comer y beber vino en abundancia. A medida que la velada avanzaba, preparaban tartas con la forma de los órganos sexuales masculinos y femeninos, mientras se hacían bromas vulgares. Mientras, ellos se dedicaban a preparar hogueras. En muchas culturas, es muy habitual dar un protagonismo especial a la luz en todas sus formas para celebrar los solsticios (de hecho, es como nosotros todavía celebramos San Juan, que es la adaptación cristiana de la entrada del verano). En un momento determinado, parece que hacia el amanecer, hombres y mujeres se encontraban para terminar la fiesta juntos. Lo que ocurría a continuación lo dejaremos a la poderosa imaginación de nuestros lectores.

En otros puntos de la península helena parece que no eran tan lanzados. En honor a Poseidón se solían sacrificar animales, mayoritariamente corderos, y después se celebraba un banquete que podía reunir a unas 1500 personas. Además de la comida, también se organizaban actividades deportivas con pequeñas cantidades de dinero para los ganadores. Hay que tener en cuenta que los antiguos griegos vinculaban la práctica física con la religión; y aunque los juegos más famosos son los olímpicos, se celebraban muchos más.

Si las fiestas en honor de Poseidón tenían un tono tirando a desenfrenado era porque los griegos querían estar a la altura de su dios. Y es que aunque las aventuras sexuales de Zeus son las más conocidas, nuestro protagonista tenía fama de ser una de las divinidades más lujuriosas del Olimpo. Entre uno y otro se reparten la paternidad de casi todas las extrañas criaturas que formaban parte de la mitología griega. Más vale no imaginar cómo tendríamos que hacer el pesebre si en vez de Jesús siguiéramos venerando al Dios del mar.

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