Opinión | AL AZAR
La presidenta del Gobierno
Un encuentro de Íñigo Errejón, Joan Baldoví y Alberto Garzón no hubiera despertado la misma pasión que la cumbre celebrada por Mónica García, Mònica Oltra, Ada Colau y Yolanda Díaz. Por tanto, no era un encuentro enmarcado en la ideología, sino en el género. La baladronada de Pablo Casado al denunciar un «aquelarre» no solo confirma que el PP se ha apropiado de la prosa de sus socios de Vox. También delata el pánico del aspirante popular, al percibir que ha desaparecido la prima de virilidad para alcanzar La Moncloa.
El agrandamiento del eco no debe disimular el único objetivo de la reunión de Valencia, que España proclame a la presidenta del Gobierno, la primera mujer en el cargo. Cuando Ada Colau sentencia que «esto no va de partidos», y aparte de la perplejidad de que todas las congregadas deben sus cargos a un partido o dos, vuelve a señalar un objetivo que por definición no es colectivo sino unipersonal. El trabajo previo de grupo es imprescindible para normalizar la figura de una mujer al frente del ejecutivo.
En efecto, con motivo de la candidatura de Hillary Clinton a la Casa Blanca se encuestó a los norteamericanos sobre si tenían reparos a la hora de votar a una mujer. La inmensa mayoría afrontaba el reto con absoluta tranquilidad. Ahora bien, cuando se les preguntaba si el resto de la población aceptaría a una presidenta, la inmensa mayoría señalaba el rechazo que generaría esa opción entre sus vecinos. Aunque la esposa de Bill Clinton perdió por sus propios errores, la mayoría de mujeres blancas votaron a Donald Trump.
Guste o no, las conjuradas de Valencia emparentan por vía subterránea con el propósito de Isabel Díaz Ayuso, representada especularmente en la cumbre por Mónica García. Y dado que ni Sánchez ni Casado colaborarán a la elevación de la primera presidenta del Gobierno, Yolanda Díaz y sus socias han decidido tomarse el poder por su mano. La Moncloa es el último peldaño, porque las políticas congregadas no pueden quejarse del trato recibido de la política. Dos de ellas vicepresiden gabinetes pujantes, y la alcaldesa de la segunda capital de España tampoco ha descartado presidir el país entero. Estos currículos son incompatibles con la presunción de debilidad que amagaban las conclusiones de la nueva plataforma.
Sin darse cuenta, Zapatero convirtió a España en la vanguardia feminista de Europa. Adoptó medidas paritarias que le reprocharon las mismas representantes políticas de partidos de derechas que les deben sus cargos antes que a los propios votantes. Las herederas del penúltimo presidente socialista reclaman ahora el último trofeo, La Moncloa. Conviene recordar que esto ocurre en el planeta de Bolsonaro, y de la Italia donde la ministra de Educación recibe el título masculinizado de «el ministro de Educación», por muy mujer que sea.
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