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Gerardo Pérez Sánchez

crítica de cine

Gerardo Pérez Sánchez

La épica como único valor

Siento una enorme admiración, casi veneración, por Ridley Scott. Sus aportaciones al Séptimo Arte le hacen merecedor de un lugar entre los directores más destacados de la Historia del cine. Considero obras maestras algunos de sus títulos, como Alien, el octavo pasajero (1979), Blade Runner (1982), Thelma & Louise (1991), Gladiator (2000) o Black Hawk derribado (2001). Y, un peldaño por debajo, pero todavía siendo grandes cintas, figuran American Gangster (2007) o Red de mentiras (2008). Su filmografía podría servir como un idóneo manual para aprender a narrar y a filmar. En definitiva, se trata de uno de los grandes. Pese a ello, no puedo incluir El último duelo en esa selección de largometrajes ilustres ya que, aun sin ser malo, no alcanza el nivel de las mejores obras del mítico cineasta británico.

Ambientada en la Edad Media, presenta en las actuaciones y en los diálogos cierto tufillo a modernidad que desentona. Su excesivo metraje, unido a la apuesta de contar un mismo hecho desde tres perspectivas distintas, implica (salvo algún matiz interesante) demasiadas redundancias innecesarias. El guion, algo errático y descontrolado, se precipita en los primeros minutos, abarcando sucesos deslavazados durante más de quince años para, posteriormente, desubicarse combinando rasgos narrativos contemporáneos con una escenografía arcaica. Algo hay en el modo de contar el relato que le resta credibilidad, centrando todas sus opciones en la magnitud de la épica.

No se puede evitar la comparación con Gladiator ni con Rashōmon, de Akira Kurosawa. Con el primero, por tratarse del otro emblema histórico de Ridley Scott, y con el segundo, por su similitud en el tema y la trama. Frente a ambos casos, la actual versión, quizá más vanguardista de lo deseable, sale perdiendo. El rigor del guion, el cuidado de los personajes y la coherencia narrativa de aquellos impide salir victoriosa a esta nueva aventura del realizador. No obstante, El último duelo también cuenta con notables aciertos. La ambientación, la fotografía, el realismo de varias secuencias y la intensidad de algunos planos merecen destacarse, si bien no optará a ocupar el podio en el currículo de Scott.

Basada libremente en hechos reales, traslada a imágenes el duelo entre Jean de Carrouges y Jacques Le Gris, dos amigos que, con el paso de los años, se convirtieron en enemigos por un motivo muy poderoso. En la Francia del siglo XIV, Marguerite de Carrouges, esposa de Jean, acusa a Le Gris de haberla violado, apelando entonces su marido ante el rey Carlos VI para que autorice un duelo a muerte entre ambos hombres.

La propuesta contiene potencia y épica a raudales, constituyendo sin duda el mayor valor de la filmación. Sin embargo, su pulcritud técnica y su esmerado detallismo acaban emborronados por diálogos un tanto fallidos e interpretaciones bastante desacompasadas, en especial la llevada a cabo por Ben Affleck. Su valía detrás de las cámaras está fuera de toda duda, tal y como atestiguan sus credenciales en Argo, The Town (Ciudad de ladrones) o Adiós, pequeña, adiós. Incluso cuando es capaz de controlar sus excesos interpretativos ofrece actuaciones aceptables. Lástima que, por regla general, resulten torpes y artificiales. Aquí da vida a un noble medieval con la misma sistemática que emplearía para representar al macarra de un videoclip de reggaetón. Su pelo teñido de rubio y su perilla recortada, su permanente copa de vino en la mano (amanezca, atardezca o anochezca, es lo de menos), sus exhibiciones sexuales y su extrema gestualidad perjudican la veracidad de su representado, arruinando de paso el clímax creado por el resto de los actores.

Matt Damon, más sobrio y efectivo, eleva el listón. Pero quien supera a todo el elenco es Adam Driver, que demuestra una facilidad pasmosa para encandilar al objetivo y trasladar su imponente presencia a la pantalla. Sin ser ni mucho menos su actuación más brillante, sobresale sin discusión dentro del casting. Jodie Comer, actriz a la que conocí en la tan interesante como extraña serie televisiva Killing Eve, completa el trío protagonista, cumpliendo con su misión.

En mi opinión, pues, el punto débil de El último duelo reside en el guion, escrito conjuntamente por Nicole Holofcener, Matt Damon y Ben Affleck. Ella realizó una aceptable labor en ¿Podrás perdonarme algún día? y ellos, aunque obtuvieron un Oscar por el texto de El indomable Will Hunting (menuda paradoja), es obvio que destacan más en otros ámbitos. Y es que el guion es una cosa muy seria.

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