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análisis

Crece el temor a una inflaciónelevada hasta la primavera

Los analistas ven riesgos de que el repunte de precios se acentúe pero sin desbocarse

«Les diré que la inflación, nuestro enemigo número uno, si no se combate, destrozará nuestro país, nuestras casas, nuestras libertades… y hasta nuestro orgullo nacional». Estas palabras del presidente de Estados Unidos Gerald Ford, pronunciadas en 1974 en un país que sufría por la crisis del petróleo, reflejan el pánico que la subida de precios puede causar entre los políticos. Ford lanzó en ese momento un programa para combatir la inflación, que llegó a estar por encima del 12%, limitando el gasto público a la vez que pedía a la población que cambiara de hábitos para ahorrar. El fracaso de Ford fue absoluto y el republicano dejó una inflación altísima a su sucesor Jimmy Carter, que solo pudo combatirla a golpe de subida de tipos de interés.

Hoy, con la pandemia del covid bajo control, los precios empiezan a dispararse.

¿Se dirigen EEUU y otras economías, como la europea y la española, hacia la reedición de los años 70? La mayoría de políticos, banqueros centrales y economistas afirman que no, que es una inflación temporal que no puede ser catalogada como enemigo número uno ni que obliga a subidas de tipos de interés para combatirla. Pero cada vez son más las voces que ven riesgo de que el repunte de precios se acentúe y dure como mínimo hasta la primavera de 2022.

Actualmente en España el índice de precios de consumo (IPC) está en el 4%, con datos de septiembre. Esta cifra adelantada, de confirmarse hoy, es la mayor tasa de los últimos 13 años. Excluidos los componentes más volátiles (energía y alimentos frescos), la inflación subyacente es del 1%. El IPC español está por encima del de la Eurozona (3,4% en septiembre) y algo por debajo del de EEUU (5,3% en agosto). En Alemania rondará el 4,1% en septiembre, la cifra más alta en 29 años.

El alza de los precios puede estar alterada por lo que los expertos llaman efecto base, es decir, se comparan las cifras actuales con los niveles deprimidos de hace un año, en pleno confinamiento. En cualquier caso, nadie duda de que existe un desajuste entre la demanda y la oferta de bienes y servicios. La demanda se frenó en seco en el confinamiento y después se recuperó rápido apoyado en parte con los estímulos fiscales. Mientras, la oferta se redujo drásticamente con el confinamiento y no reaccionó tan rápido al haber sufrido por el encarecimiento de los costes energéticos (petróleo y gas natural) y de las materias primas (productos básicos y metales), así como por la aparición de cuellos de botella que estrangulan las cadenas de suministro.

La clave está en si la demanda y la oferta volverán a alinearse, como sostienen los bancos centrales, permitiendo así volver a la inflación aproximarse al 2%.

Carles Manera, consejero del Banco de España y catedrático de Economía Aplicada de la Univesitat de las Islas Baleares, es optimista porque la inflación actual no es fruto de «un calentamiento de la demanda debido al consumo de los hogares que tense los precios al alza» sino por los mayores costes energéticos. Manera confía en que estos se corregirán. Más negativo se muestra Rafael Pampillón, catedrático de Economía Aplicada y profesor de IE Business School, que tiene pocas dudas de que se va a producir el efecto segunda ronda. Así es como se denomina al proceso por el que las empresas empiezan a repercutir los mayores costes en sus precios finales. «Esto también alimenta el proceso inflacionario», indica el académico, en línea con lo que ya han avanzado algunas patronales en España.

Otra pregunta que está en boca de muchos es si los datos de inflación pueden llevar a un ajuste de expectativas que se refleje en las negociaciones salariales. «Parece improbable. El vínculo entre la inflación salarial y la de bienes y servicios se ha vuelto débil con el tiempo. Las empresas parecen haber encontrado soluciones (cambios en productividad, inversiones en capital, maquinaria, etcétera) que reducen la influencia de los salarios», sostiene Oscar Jordà, vicepresidente de la Reserva Federal de San Francisco y profesor de economía de la Universidad de California en Davis.

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