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Francisco Pomares

Ahorros parlamentarios

La diputada Espino volvió a situarse ayer en el ojo del huracán, al anunciar en rueda de prensa su decisión de proponer al Parlamento que su grupo parlamentario –el Mixto–, destine una parte de los recursos remanentes de los que dispone –la friolera de 200.000 euros– para añadirlos a los 200.000 que la Mesa del Parlamento acordó destinar a ayudas a la Palma. Al margen de la sorpresa que pueda producir que un grupo de chicha y nabo, con sólo dos diputados mondos y lirondos, disponga de casi medio millón de euros pagados con los impuestos de los contribuyentes, la inusual decisión de la señora Espino ha creado una auténtica erupción de reacciones en la cámara. Ocurre que la diputada Espino es periodista, tiene probada formación para comunicar al público lo que desea, y no responde a las formas tradicionales de actuar en política, algo que provoca que sus actuaciones resulten a veces refrescantes, y siempre desconcertantes. Eso es así porque Espino no ha sido domada por años de militancia partidaria. Su vinculación a Ciudadanos antes de ser fichada por Albert Rivera, era inexistente. Fue lanzada a la brega política sin el entrenamiento que hoy convierte a nuestros próceres -tras largas carreras iniciadas en las juventudes del partido- en mansos portavoces de intereses ideológicos gremiales. Quizá por eso las intervenciones parlamentarias de Espino suelen molestar tanto a sus colegas.

Ayer, su compañero del Grupo Mixto, ex compañero en Ciudadanos, calificó de «teatral» la propuesta de devolver a la Mesa el dinero que no se ha gastado el grupo, para que la Mesa lo incorpore al parco pecunio que el propio Parlamento, piensa destinar a ayudas a La Palma. Puede que a la señora Espino le vaya el teatro (a fin de cuentas, la comunicación, como la política, tiene mucho de representación), pero su propuesta, y más que su propuesta la asirocada respuesta de su colega Fernández de la Puente, desvela algunas cosas sobre el teatro político que no sabíamos. La primera, que el Parlamento aporta una purriada de dinero a los grupos parlamentarios, que estos utilizan además para financiar a los partidos, no para sostener el funcionamiento interno de los propios grupos.

Aunque es probable que eso no suceda en todos: no se me ocurre una explicación razonable al hecho de que el Grupo Mixto haya podido atesorar medio millón de euros en sus cuentas, en apenas dos años de funcionamiento, excepto la de que no se haya entregado ni un duro a Ciudadanos. Sospecho que eso también tiene que ver con el hecho de que la señora Espino no responde a consignas partidarias, como demostró –por ejemplo– su decisión de mandar a Ciudadanos al garete, tras votar en contra de los acuerdos del Parlamento de Canarias sobre el REF.

La cacería iniciada a partir de entonces por el partido contra su diputada, incluyó algún comentario dictado en el que se aseguraba que Espino había dejado Ciudadanos para gestionar por sí sola «exactamente la mitad de lo que tiene asignado ese grupo parlamentario», algo que –se dijo también al dictado– es posible porque lo permite «un resquicio parlamentario».

Bueno, si gastarse los cuartos del grupo era la intención que llevó a la diputada naranja a dejar de serlo, parece que ya ha elegido la mejor forma de hacerlo. La Mesa del Parlamento tiene algo que decir, por supuesto… a lo peor piensan que es mejor que los recursos no gastados del grupo Mixto se usen para comprar una moqueta nueva para el despacho de Inés Arrimadas. Antes que dárselos a los damnificados por el volcán.

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