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José María Lizundia

Mi hijo ya, norteamericano. La nación cívica

Algunos vascos y catalanes, todos los bosnios, montenegrinos y la totalidad de los teóricos del nacionalismo no tenemos ningún problema para distinguir entre naciones cívicas y naciones étnicas, más si nos hemos movido por distintos campos. La oficial Torres, de pelo negro y ensortijado, no puede ocultar el fuerte acento centroamericano de su inglés, aunque vea el pasaporte español de mi hijo no se apeará de ese idioma. Le está haciendo la entrevista sobre la sociedad americana, valores, historia, será ella la que le proponga para la obtención de la nacionalidad. La oficial Torres no es evidentemente una WASP (White/anglo-saxon/protestant), carece de generaciones de arraigo e igual ni ha nacido en EEUU, pero ya es una ciudadana americana. Esa igualdad radical -la discriminación de parte del 13% de afroamericanos, con su récord de adolescentes embarazadas, familias desestructuradas, ayudas fracasadas y cárceles saturadas de ellos, es otro asunto- permite que una recién llegada, no blanca, mujer, decida quien puede incorporarse al país.

Mi hijo juró la constitución el pasado viernes, pero ya el miércoles anterior me manda la citación para formar parte de un jurado: con los derechos de inmediato se asoman las obligaciones. No quedará más remedio que sentirte ciudadano norteamericano, y no serlo sin más. La ley, la igualdad ante ella, y no la raza, lengua, religión es la que gobierna la sociedad.

Denise Pikka Thiem, una norteamericana de origen asiático, fue asesinada en el año 2015 haciendo el Camino de Santiago, de mediana edad, sin hijos, familia en Hong Kong, no tenía mucha gente que reclamara el esclarecimiento del asesinato. Juzgado y policía española pronto reconocieron su incapacidad para lograrlo. Quienes no estaban dispuestos a su archivo eran la Embajada de EEUU en Madrid ni el FBI, simplemente era una ciudadana norteamericana, lo único que contaba, y dieron con su asesino. Descubierto él, acudieron, esta vez directamente, al presidente Rajoy, procediendo por la policía española a su detención

Antonio Muñoz Molina cuenta en Ventanas de Manhattan como el taxista musulmán que le lleva al aeropuerto, tras escuchar de una matanza de musulmanes (también hay) por islamistas, le dice que donde ellos, los musulmanes, están verdaderamente protegidos es en EEUU.

Riadas de centroamericanos y de otros países pugnan por entrar en Estados Unidos, en él cifran su esperanza de vida digna. Añoran obtener esa nacionalidad.

La emigración que viene a Europa busca acomodarse en Suecia y Alemania, me imagino que sin ninguna sed de nacionalidad, solo de legalidad suficiente. Lo que ven/oyen. Por lo visto en televisión, muchos que acuden a España saben una sola palabra en español: ¡racistas!

¿Europa y emigración?: ¡Uff…!

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