Síguenos en redes sociales:

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

MI REFLEXIÓN DEL DOMINGO

No buenos sino santos

Aquel joven que nos presenta el Evangelio de este domingo era muy bueno. Cuando Jesús le dice que, para heredar la vida eterna, tiene que cumplir los mandamientos, le responde: “Maestro, todo eso lo he cumplido desde pequeño”. Es lógico que Jesús se quedara mirándolo con cariño. Y como signo de su amor le invita a dar un paso más radical en su seguimiento y le dice: “una cosa te falta: anda, vende lo que tienes, dale el dinero a los pobres, así tendrás un tesoro en el cielo, y luego sígueme”. Pero aquel joven no aceptó el reto de Jesús, y se fue pesaroso porque era muy rico.

Pero a lo largo de la historia, ha habido muchos jóvenes que no se han marchado, que han aceptado gozosos la invitación. Comenzando por los apóstoles. De ahí que Pedro empiece a decirle a Jesús: “Ya ves que nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido…”.

Y después de los apóstoles, han sido muchos los que lo han dejado todo para seguir a Jesucristo y entregarse al servicio de la Iglesia, como sacerdotes, misioneros, religiosos y demás formas de consagración a Dios y a la Iglesia. Con frecuencia los encontramos trabajando aquí y allí, incluso, en los lugares más pobres de la tierra. ¡Cuántos ejemplos podríamos presentar!

Ellos y ellas pueden decir lo que escuchamos en la primera lectura: “Vino a mí un espíritu de sabiduría: la preferí a los cetros y a los tronos, y, en su comparación, tuve en nada la riqueza. No le equiparé la piedra más preciosa, porque todo el oro a su lado es un poco de arena y junto a ella la plata vale lo que el barro”.

Constatamos aquí a cuánto puede comprometernos la Palabra de Dios que, en la segunda lectura, se nos presenta “más tajante que espada de doble filo”.

Lo cierto es que a todos, jóvenes y mayores, el Señor nos llama a metas cada vez más altas en su seguimiento. De este modo, comprendemos que nunca podemos pararnos e instalarnos en ningún tipo de mediocridad o medianía pensando: “Tranquilo, ya está bien, ya cumples, no te preocupes más…”

¡La cuestión fundamental está en que no podemos contentarnos con ser buenos, porque el Señor nos llama a ser santos!

¡Cómo cambia la perspectiva de nuestra vida cuando nos hacemos estos planteamientos!

Y nadie “paga” como el Señor: “Cien veces más, en esta vida, con persecuciones, y, en la futura, vida eterna. No hay persona ni empresa en el mundo que dé más. Muchos consagrados lo han experimentado y nos dicen que es verdad. Lo que hace falta es que nos lo creamos nosotros, especialmente, la gente joven, cuando comienzan a sentirse llamados por el Señor, como ese joven que hoy es ordenado sacerdote en La Catedral de La Laguna.

No podemos olvidar que Jesucristo es el que mejor ha llevado todo esto a la práctica, pues Él, siendo rico, se ha hecho pobre para enriquecernos con su pobreza (2 Cor 8, 9).

Y, además de todo eso, Jesús nos pone en guardia sobre el peligro de las riquezas; no porque los bienes de la tierra sean malos sino porque se pueden usar mal; y, de hecho, con frecuencia se usan mal, hasta convertirlos en dioses, especialmente, el dinero. Y así tenemos “el dios dinero”. Jesús se refiere, en concreto, a “los que ponen su confianza en el dinero”.

S. Pablo nos advierte del peligro de “la codicia y la avaricia, que es una idolatría” (Col, 3, 5). Entonces nos sentimos fuertes ante Dios, prescindimos de Él, y podemos llegar a vivir en contra de Él.

Y no olvidemos que donde está nuestro tesoro, allí estará también nuestro corazón. (Mt 6, 21) ¡Y el corazón es lo fundamental!

Se trata, en definitiva, de conservar y mejorar nuestra capacidad de valorar tantas realidades que están más allá del dinero y de lo puramente material.

Esta es una noticia premium. Si eres suscriptor pincha aquí.

Si quieres continuar leyendo hazte suscriptor desde aquí y descubre nuestras tarifas.