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Jorge Bethencourt

el recorte

Jorge Bethencourt

Poco fiable

En unos pocos años hemos hecho un curso acelerado de economía para aprender lo que es una recesión económica profunda, una prima de riesgo o los productos derivados de las entidades bancarias. Nos convertimos en expertos en virología, en inmunología, en neumología y en vacunología y hasta tuvimos que firmar una autorización para que nos pincharan una vacuna, dando por entendido que éramos capaces de saber la diferencia entre una dosis de pfizer y otra de AstraZeneca o entre el sistema del ADN mensajero y una carta de correos.

Ahora estamos sumergidos en un curso intensivo de geología y vulcanología. Uno que nos permite saber lo que son las cámaras magmáticas, los piroclastos y los tipos de ceniza volcánica que emiten las ya diez bocas por las que sale el aliento del infierno. Y tenemos un volcán televisado en directo. Un espectáculo. Una “fiesta de la naturaleza” como soltaron por esa boca algunos políticos canarios con muy poco acierto.

Nos felicitamos por lo listos que somos. No tanto. Solo hay que repasar lo que se decía una semana antes de la erupción. Muchos expertos seguían diciendo que era probable que la lava acabara no saliendo. Pero sí que salió. La primera explosión se produjo a casi tres kilómetros de Jedey, donde se había fijado el punto crítico. Y hemos tenido una suerte loca. Porque igual que reventó en una montaña podría haberse llevado por delante un núcleo de población. Porque aún no somos capaces de precisar con exactitud dónde va a nacer un volcán.

Eso es normal, pero luego hay cosas que se entienden mal. El río de lava va descendiendo muy lentamente desde la montaña hacia el mar, llevándose por delante todo lo que encuentra. Las imágenes de familias a las que se les da apenas unos minutos para recoger precipitadamente unos pocos enseres de su casa para salir huyendo de la lava, son incomprensibles. Se ha tenido tiempo de sobra para que la gente pudiera recoger sus pertenencias con calma, con paciencia y con mucho dolor. ¿Por qué a última hora y corriendo?

Ha habido, además, una explosión de solidaridad. Una campaña de donaciones y ayudas a personas y animales evacuados. Son de agradecer. Pero resulta asombroso. ¿Es que no hay recursos suficientes para atender a las personas y a los animales domésticos que han sido desalojados? ¿Se está mandando ropa usada para los ciudadanos de La Palma? ¿De verdad?

Ayer la ministra portavoz del Gobierno de España anunció que se habían solicitado pisos vacíos a entidades bancarias para ofrecérselos temporalmente a las familias que han perdido sus casas, que ahora están refugiadas en instalaciones deportivas o militares (mucha gente se pregunta por qué no en hoteles). Lo importante, realmente, es conseguir ayudas extraordinarias. Ahora mismo toda la atención mediática está volcada en La Palma. Los focos atraen a las polillas y los telediarios a los políticos. Cuando todo pase y los medios se vayan, llegará la amnesia.

El presidente del Gobierno de España ha prometido que habrá ayudas para La Palma y los afectados por el volcán. ¿Tenemos razones para dudar de esa palabra? Pues si. Las de la experiencia. Un Consejo de Ministros del Gobierno de España, celebrado en Las Palmas, prometió dedicar a las islas una inversión extraordinaria de veinticinco mil millones. Jamás los vimos llegar. Pero es que, además, el presidente Pedro (que se refiere al presidente canario como “el presidente Angel Víctor”) prometió un su día que no gobernaría con Unidas Podemos, con quien gobierna hoy (“el PSOE nunca va a pactar con el populismo porque el final del populismo es la pobreza de Chávez, las cartillas de racionamiento y la falta de democracia”). Y cuando le preguntaron si pactaría con Bildu aseguró —“esa pregunta ofende”— que su partido nunca negociaría con ellos, cosa que han hecho. Así es la política de cambiante. Y la misma falta de consecuencia se se puede deducir de casi todos los líderes políticos de casi todos los partidos. Las promesas de los gobernantes no son de fiar. La lava tarda más en enfriarse que las promesas electorales.

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