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Isidoro Sánchez

Cuba, Canarias y La Orotava

Después que la cubana Dulce María Loynaz anunciara la edición de su libro Un verano en Tenerife, el 20 de agosto de 1958, en el Liceo de Taoro de La Orotava, leyendo el capítulo El sepulcro vacío, dejó escrito en el Libro de Honor: “Al Liceo de Taoro que es otra flor del Valle orotavense; a la Villa de La Orotava que linda con el Valle y el Volcán, y por el norte con el cielo”. También: A La Orotava, intersección entre el Teide y el mar Atlántico.

Año más tarde, el historiador orotavense, Manuel Rodríguez Mesa, que fue presidente de la comisión de Cultura y Turismo del ayuntamiento de la Villa de La Orotava en 1975, y dirigente del Liceo de Taoro, escribió un precioso folleto sobre la Historia, Belleza y Tradición de la Villa. En su introducción hace referencia a las manifestaciones del escritor guatemalteco Miguel Ángel Asturias, Premio Nobel de Literatura en 1967, cuando visitó La Orotava en 1974. Dijo: “… La Orotava me emociona porque me recuerda mucho a las ciudades que los conquistadores fundaron y dejaron en América. Estando acá, recuerda uno las calles de Antigua, las de Quito, algunas de las ciudades de México, y no puede menos mi pensamiento que volverse nostálgico a esos lugares...”. Alejandro de Humboldt lo había comentado igualmente al conocer La Orotava y La Habana a finales del siglo XVIII.

En enero de 1985 conocí en Cuba al amigo Eusebio Leal, Historiador de La Habana, quien me enseñó la relación artística de la capital cubana con la Villa orotavense. No solo al contarme la orfebrería religiosa de La Orotava e Ycod de los Vinos, de la que escribió su amigo el orotavense profesor universitario, Jesús Hernández Perera, en Orfebrería en Canarias, sino al recordarme la fachada de la portada principal de la iglesia parroquial de la Concepción en La Orotava, donde las columnas del inmueble religioso, muestra singular del barroco en Canarias, están rematadas por unos significativos capiteles basálticos en los que aparecen esculpidos los archipiélagos de Cuba y Canarias.

En diciembre de 1993 le llevé a Dulce María Loynaz, Premio Cervantes 1992, a su casa en El Vedado habanero otro ejemplar de su novela de viajes, Un verano en tenerife, para que me lo firmase. Me escribió: “A don Isidoro Sánchez, viceconsejero de Relaciones Institucionales del Gobierno de Canarias, las inolvidables islas que inspiraron este libro. Que él lo reciba con la misma simpatía con que fue escrito”. Un lustro más tarde, otro poeta cubano, León de la Hoz, autor de Islas del Aire, escribió en la Revista Atlántica, para Aitana Alberti: ”La distancia que hay entre la tierra y el cielo es la misma si se va de La Orotava al Teide...” Con todo ello quiero decir que Cuba y Canarias, La Habana y La Orotava están muy unidas desde hace siglos y eso que no hemos hablado de Alejandro de Humboldt, ni de Alejo Carpentier, ni de la afición de algunos personajes a los gallos de pelea.

Entrado el siglo XXI, a finales del año 2004, La Orotava fue un lugar de encuentro con Cuba. Así lo manifestó y apoyó el entonces Director General del Patrimonio Histórico del gobierno de Canarias, el gomero Moisés Plasencia. Escribió: “… La Orotava y La Habana son ciudades con aires de esplendor otorgados por la seductora arquitectura, las casas balconadas, sus calles floridas y forjadas en metal, madera y piedra, donde la palabra patrimonio toca la misma humanidad y universalidad. Al caminar por ellas, además de deleitarse con la cadencia del idioma y descubrir el especial encanto de sus gentes, nos damos cuenta que muestran las líneas maestras de las influencias culturales exteriores que han ido conformando la realidad actual canaria y cubana, fundida en grado de mestizaje. Son ciudades donde se hace máxima la interculturalidad; ciudades que invitan a ser sentidas, respiradas y a establecer un diálogo con ellas.”

El paso del tiempo ha demostrado, lo comenté antaño con tres gomeros singulares de la política: Moisés, Efraín y el recordado Esteban, que la hermandad existente entre los pueblos isleños, cubanos y canarios, es sólida, permanente y constante dando flor y fruto a un rico patrimonio cultural. Las huellas culturales de los canarios en Cuba son de tal dimensión que no se entendería la historia de esa isla caribeña sin conocer la historia de la presencia canaria en ese territorio. Del mismo modo tampoco tendría sentido la historia de nuestras islas si se omitiese el gran movimiento migratorio ocurrido hacia Cuba y lo que significó para los canarios. Ese diálogo establecido entre las dos orillas del Atlántico puede considerarse como una de las principales raíces culturales y etnográficas. El paralelismo arquitectónico, la cultura en torno al cultivo del tabaco, la caña de azúcar, los ingenios azucareros al igual que el ron, la preferencia por formas poéticas como la décima campesina, el punto cubano, las fiestas campesinas, el gofio, y la devoción y espiritualidad hacia la Virgen de Candelaria son ejemplos de esta simbiosis cultural.

Del mismo modo, y así lo vuelve a recordar el amigo Moisés Plasencia, personajes ilustres del mundo intelectual, del conocimiento y del arte reflejaron este encuentro cultural. Así mismo hace referencia a las consideraciones que escribiera el antropólogo Malinowski al afirmar que había conocido y amado a Cuba desde los días de una temprana y larga estancia en las Islas Canarias, Ycod de los Vinos principalmente, donde comprobó que Cuba era para los canarios una tierra de promisión a la que emigraban los isleños por razones económicas y retornaban a sus antiguas tierras, ya fuera a las laderas del Teide, en Tenerife, como a los alrededores de la Caldera de Taburiente, en La Palma.

Recientemente escritores cubanos como Virgilio López Lemus, Mario Luis López Isla, Marcelo Fajardo, Juan Carlos Sánchez, han dado muestra de su fidelidad con Canarias y han escrito sobre Dulce María Loynaz, como el escultor habanero Carlos Enrique Prado diseñando el busto que colocamos en el parque del Taoro y como el cineasta Luis Leonel León con el documental “La Gracia de Volver” y los directores Aurelio Carnero y Juan Carlos Sánchez con “Una semana fuera del mundo”. Al igual que la cubana Carmen Mir y los canarios Pepe Dámaso y Alejandro Tosco en el campo de la pintura y Othoniel Rodríguez y Huberal Herrera, en el mundo de la música de piano. Parece que pronto unos jóvenes valores cubanos y canarios nos sorprenderán culturalmente. ¡La Habana y Tenerife, Humboldt y Loynaz, no se olvidan fácilmente! En octubre, se recordará en La Orotava la inauguración de la Casa Humboldt en La Habana, 1997, obra de Eusebio Leal, al igual que el 19 de diciembre la arribada a La Habana del geógrafo prusiano Alejandro de Humboldt y del botánico francés Bonpland en 1800 procedente de Venezuela una vez que salieran de Tenerife en junio de 1799 en La Pizarro. En 2000 participé con Leal en La Habana en los actos del bicentenario del paso de Humboldt por Canarias en 1999.

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