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Jorge Bethencourt

MANUAL DE OBJECIONES

Jorge Bethencourt

Islas del infortunio

Los datos sobre la pobreza en Canarias siempre han sido malos. Pero lógicos en un país que tiene más de un cuarto de millón de parados y unos salarios que se encuentran a la cola de la cola de Europa. La gran masa del trabajo en las islas crea empleo de baja cualificación y el exceso de mano de obra ha permitido, tradicionalmente, que exista abundante oferta de trabajadores disponibles, dispuestos a lo que haga falta para mantener a sus familias. Y eso incluye trabajar más horas por menos dinero.

Los últimos informes sobre la pobreza recogen los devastadores efectos de la pérdida del turismo. Trescientas ochenta mil personas están en pobreza severa, el 16,5% de la población de las islas. Un porcentaje escalofriante que casi duplica la media nacional. Tenemos pobres sin trabajo. Y pobres de solemnidad que tienen un sueldo que no les permite llegar a fin de mes.

Para combatir esta ola de pobreza, los políticos de canarias han levantado el “escudo social”. Aumentan la consignación presupuestaria dedicada a los fondos de ayuda a los más vulnerables. Y es verdad que hoy se dedica más dinero que nunca a combatir la pobreza. Pero los datos son estremecedores. El Ingreso Mínimo Vital apenas llegó a catorce mil personas en las islas (se rechazaron más de sesenta y cinco mil peticiones de ayuda). Las ayudas de Dependencia están atascadas en trámites administrativos que no se resuelven. Las ONG no dan abasto y se quejan de que no les llegan suficientes recursos. La pobreza no hace más que crecer y las ayudas o llegan mal, o llegan tarde o nunca llegan.

Pero hay otro dato. Si no hay riqueza no habrá recursos públicos. El dinero de las administraciones sale de las rentas del trabajo y del capital. Vivimos mantenidos por una manguera que nos inyecta dinero de Madrid, que a su vez está conectada con Bruselas. Pero el grifo no durará eternamente. Los fondos extraordinarios se acabarán y si no somos capaces de reactivar nuestra economía seremos incapaces de recaudar lo que necesitamos. Si no hay política fiscal, no hay estado del bienestar.

Nuestra indolencia es un suicidio. Canarias necesita crear riqueza. Y que se quede aquí. Necesita una administración al servicio de la creación de actividades económicas y no a la contra. Necesitamos una política fiscal que estimule el trabajo bien pagado y unos beneficios justos que no acaben fuera de las islas. Estamos dopados, sobreviviendo gracias a la caridad ajena. Celebrando las subvenciones al transporte, a las exportaciones, a la electricidad… Como mendigos que se alegran cuando les caen unas monedas en el plato. En eso consiste hoy ser canario. Siete colillas apagadas y frías en el cenicero de los mares.

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