Aproximarnos al conocimiento de la mecánica en el Valle de La Orotava es conocer el relato de un conjunto de personas ligadas desde diferentes puntos de vista a tal oficio. Muestra de esa labor sería el caso del orotavense Lorenzo Villar Díaz, conocido popularmente como “Chicho”. Nace el 10 de agosto de 1937 en La Orotava, concretamente en la calle Balcón situada en su centro histórico. Es hijo del matrimonio formado por Pedro Villar Morales y María Díaz González teniendo por descendencia, además, a Plácido (ya fallecido), Graciela (ya fallecida), Nieves, Pilar (ya fallecida), Nena, Pedro (ya fallecido), Maximino (ya fallecido) y Rosendo. Chicho ocupa en esa relación la penúltima posición. Desde muy pequeño y teniendo que contribuir a ayudar a su familia colabora, al igual que sus hermanos, con su padre en el taller de chapa y pintura ubicado en la calle Rosales. Ese espacio eran los salones del inmueble de Eustaquio García que Villar Morales había destinado a tal fin, tras dejar de trabajar como conductor para la familia Llarena. Durante la infancia y adolescencia y hasta la muerte de su progenitor, nuestro protagonista pasa incontables horas adquiriendo conocimientos y poniendo en práctica las lecciones que fluían en ese marco. Nos cuenta lo frustrante y duro que resultaron la década de los cuarenta y cincuenta pues, durante muchas jornadas, nadie aparecía por el negocio. Tras el fallecimiento de Pedro, en 1962, su hijo Chicho asume plenamente las riendas de la actividad y va a seguir trabajando con diversos profesionales que se suceden en su memoria, tales como Juan, Francisco, Pedro, Maximino, Rosendo, etc. Reparaban chapa, pintaban vehículos entre un sinfín de tareas asociadas al cuidado y mantenimiento de los coches, motos y otros elementos a motor que por allí desfilaban. Es llamado a realizar la instrucción militar en el cuartel de San Agustín, a pocos metros de su lugar de trabajo, recordando que las prácticas de tiro tenían lugar en la charca de Ascanio y en la zona de los Cuartos. Tras 16 meses finaliza el periodo y sigue como civil. La vida en el taller era muy compleja porque la falta de trabajo era una constante. Por ello, decide en 1964 embarcar a Venezuela en uno de los barcos italianos que por entonces realizaban la travesía. Allá estuvo 13 meses trabajando en un taller de chapa y pintura llamado Taller Villar. Vivió en la urbanización El Paraíso (Caracas) junto a su hermano Plácido que había acudido con anterioridad a él y contraído matrimonio con una mujer natural de Tamaimo (Santiago del Teide). Mientras Chicho estaba en Venezuela su hermano Pedro se quedó al frente del taller en La Orotava. A su regreso las cosas son ya algo mejores como consecuencia del turismo. Mecánicos como Eloy (de Barroso), Ángel “el motorista”, Domingo, Antonio, Nano, Ñico Bello, entre otros, son nombres que van fluyendo a lo largo de la conversación. Algunos ya en la memoria pero recordados por su trabajo y compromiso en el arte de la mecánica. Nuestro protagonista vivía volcado para la profesión, realizando numerosas llamadas diarias y gestiones con el fin de poder cumplir con los requisitos que le exigían sus clientes. Por sus manos se han sucedido decenas de modelos, destacando la dificultad de algunos trabajos que se llegaron a prolongar durante años. Guarda con gratitud y afecto a sus clientes y destaca nombres como Emilio Pérez Ascanio y Gutiérrez de Salamanca y Gregorio Dorta.

En 2009 cierra el taller y sigue residiendo en el núcleo de La Vera correspondiente a La Orotava. Sin embargo, muestra aún hoy con sus palabras y gestos, emoción y compromiso por un oficio del que se jubiló hace muchos años pero que seguirá marcando el resto de su vida. Sirva el presente artículo como recuerdo por esa trayectoria y felicitación por su reciente cumpleaños.