Hay que ser bastante insensato para aceptar, en Canarias, tener algo que ver con algo que tenga que ver con los intereses políticos. Porque esta tierra es una empresa especializada en demoliciones de cosas y personas. La formación de la nueva junta de control del Ente Público de RTVC ha empezado con una ya conocida jarana de dentelladas, como ya pasó en su día con algunas compañeras de profesión sometidas al dicterio de los vaivenes parlamentarios. De Francisco Pomares, conocido y reconocido periodista, columnista en esta cabecera, se ha ventilado la especie de haber adulterado su currículum profesional cuando se presentó a profesor de la Universidad de La Laguna, allá por el año 2014. Siete años después se pone en solfa lo de siete años antes, por casualidad cuando Pomares está a punto de poner el trasero en la junta que administrará la tele canaria. Es difícil, por no decir imposible, que se impida la formación de la junta, cuyo proceso ya está en marcha. Pero que vayan tomando nota los restantes consejeros, si creen que esta fiesta no va con ellos. Porque tarde o temprano, cuando tengan que tomar decisiones de trascendencia, que afecten al modelo o sus contratos externos, les va a caer la del pulpo. Ojalá la tele canaria se convierta de una vez en un medio público y se acabe ya con tantísimo veneno que a quien acaba perjudicando, de rebote, es a la propia casa.