La pandemia no es un salvoconducto para todo.

La administración pública tiene la obligación de prever la situación de la segunda ola, y tener dotados presupuestos y legislación suficiente para soluciones sanitarias y económicas, incluso rescatando pymes y familias, como se rescataron bancos y entidades financieras en épocas pasadas pero cercanas.

No es tiempo de indefinición esperando que el tiempo lo solucione todo. Es tiempo de escuchar y actuar. De aminorar la consecuencia de los errores y potenciar las políticas activas que conlleven la garantía del estado del bienestar y la disponibilidad de familias, autónomos y pymes.

La credibilidad está quebrada hasta tal punto que las medidas para la segunda ola han tenido que ser matizadas y pulidas ante la respuesta social.

Es tiempo de soluciones. De líderes. De Estadistas.

Es tiempo para erradicar crispación y absolutismo. La tormenta perfecta de esta crisis sanitaria y económica necesita del paraguas europeo y de una alta capacidad de simplificación de trámites y sensibilidad en la administración pública más cercana.

Hoy las pymes no pueden pagar, no pueden sostener empleos, o no pueden mantenerse vivas.

Los flotadores sociales no son eternos y menos sin capacidad de déficit, endeudamiento o una capacidad recaudatoria fiable.

Si la administración pública tiene que coger las riendas de manera temporal, tiene que hacerlo sin temor y asumiendo la responsabilidad y parabienes de sus actos a partes iguales.