Y allí quedó el menudo Hassan II, padre del actual monarca marroquí, y toda su corte, esperando a que un anciano barbudo acabara sus meditaciones y le recibiera en su casa vacía. El beduino confía la sabiduría al vacío.

Las visitas diplomáticas a Rabat deben ser cuidadosas en su planificación. No anunciar heráldica hace que fracases pues en la mentalidad medieval del alauí, los reyes solo hablan con reyes y sus funcionarios entre ellos.

Y no lo digo yo, que soy un vulgar pespunta-textos, lo dicta la norma diplomática: La primera visita de un presidente entrante es a Rabat, donde le espera el Rey del Reino alauita. Hasta 23 visitas de exteriores hizo Sánchez antes de que alguien le dijera que no había ido a Marruecos. Y si esa visita la haces acompañada de tu monarca, más provechosa será. Así es el mundo. No puedes rendir revista a un señor de mentalidad medieval, que solo entiende de linajes y descendencias, con tu impertinente carta de presentación laica mas cuando tú no eres el Jefe del Estado. No lo entenderá y se ofenderá.

El Magreb es paternalista y conservador. Quien ni lo acepta ni entiende, fracasa y poco logra. No, no puedes presentarte allí con una corte de funcionarios y un vicepresidente sin percha, a pedirle cosas a un tipo que es máximo representante de la Dinastía alauita y descendencia del profeta Mahoma, cuando tú saliste de Vallecas. El ora y tú gritas.

Aquel anciano cicatrizado por el sol que hizo esperar al padre de Mohammed VI, era Ely-Cheij Oulol Moma, escuetamente conocido como El Cheij o Chej. Gentilicio para el hombre santo del Islam y personalidad mítica que vive en la desolada encrucijada de Atar. Cruce de caminos del interior de Mauritania. Al naciente de su sombra, solo hay dunas hasta el mar rojo.

De vuelta a la cuestión, ¿de veras que no hay un becario?, ya no un cuerpo de expertos, pues visto lo visto, mejor no, que le explique al Gobierno de España que a Marruecos y su realeza, se baja con rey por delante o te toman por el pito del sereno y solo regresas con dátiles y una palmadita en la espalda. ¿De veras qué la sobredosis de buenismo que tenemos ha generado ya no tremenda ignorancia sino prepotencia? Ahondando en la cuestión, bajar al moro con Pablo Iglesias, un comunista convencido y bocazas consagrado, traerá cualquier cosa menos un avance o progreso para con las espinosas relaciones hacia Marruecos. Aliado fundamental de Washington en la zona por encima de España, no lo olvidemos.

¿Imaginan a Iglesias quejarse porque le han sentado en un puf de piel de cabra y está a menos altura que el rey alauí? Sin duda alguna, un espectáculo. Un pulitzer para el fotógrafo.

Que alguien exponga en Moncloa, que tú no eres Francia y su peso en Africa, donde el presidente de La Rèpublique française, sí que puede presentarse [hasta] sin avisar y vestido con un chándal de Le Coq Sportif pues con pasillo de sables será recibido. Tu no Pedro, tú no tienes peso específico fuera de este país y tu compañero de viajes e incendios, allí no está bien mirado por su adicción a tuitear lo que piensa sin pensarlo.

A Marruecos nos unen demasiados intereses económicos y geoestratégicos como para enviar a un par de divos irresponsables a gestionar materias tan sensibles como la inmigración ilegal por vía marítima, las cuotas agrarias y licencias de pesca, inversiones textiles, aspectos de seguridad y lucha regional contra el integrismo salafista, por no citar el innombrable problema del Sahara occidental, del que Pablo Iglesias ya se ha pronunciado abiertamente haciendo un flaco favor a los intereses del país que dice vice-liderar. ¿Imaginan en plena audiencia al vicepresidente de lo social, exigiendo un referéndum para el Sahara y llamando fascista al monarca? Confío plenamente en su irresponsabilidad para lo primero, para lo segundo le faltaría valor y lo sabe. Marruecos, afortunadamente para el respeto de sus símbolos, no es España.

Hace algunos de años, en mi último vagabundeo por Mauritania, llegue a Atar tras un sol y una luna sobre raíles y ruedas. En mi inocencia, portaba un papel escrito en [mal] árabe pidiéndole al santero, me sacara los demonios que llevo dentro y que de lejos venia. Por las callejuelas de adobe pregunté dónde estaba su casa. ¡Ay¡, que iluso es el niño soñador que todos llevamos dentro. Era por el 2013 y los rumores de secuestros silbaban por todas las esquinas. “Estas llamando mucho la atención”, me dijo un joven, “El Cheij ya no atiende…” Me fui.

No sé si aquel hombre santo vive o no, sé que también recibió a los reyes de España, a los de antes, a los de verdad… Si Pedro se entera, querrá que lo reciba.

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