El conflicto provocado por Washington por la construcción del gasoducto Nord Stream 2 entre Rusia y Alemania es solo una manifestación de las nuevas guerras del gas que se perfilan.

La Unión Europea tendrá que importar en los próximos años y aún decenios más gas que hasta ahora de otras regiones del mundo, y de ahí la feroz competencia entre rusos y estadounidenses como proveedores.

Noruega seguirá siendo un importante exportador de gas natural a Alemania, centro del actual conflicto, pero las existencias en el mar del Norte no bastarán para cubrir las nuevas necesidades.

Aunque Argelia exporta anualmente unos 50.000 millones de metros cúbicos a los países de la UE, según el Instituto de Estudios Energéticos de Oxford, necesitará en el futuro más de su propio gas, con lo que habrá de recortar casi a la mitad sus exportaciones a Europa.

Las esperanzas que habían depositado algunos en el gasoducto Nabucco desde Turquía hasta Austria para llevar anualmente a Europa hasta 31.000 millones de metros cúbicos de la cuenca del mar Caspio y reducir la dependencia de Rusia terminaron disipándose.

Las dos mayores opciones que le quedan de momento a Europa parecen ser la importación de gas ruso a través de los dos oleoductos del mar del Norte, de los que el segundo, el Nord Stream 2, está casi acabado, o recurrir al gas natural licuado de EEUU.

Rusia exporta ya desde hace años ingentes cantidades de gas natural a la UE, al margen de sus ventas a países extracomunitarios como Turquía, Serbia y Gran Bretaña, que ha dejado de pertenecer al club europeo.

En total se calcula que unos 170.000 millones de gas ruso llegan a la UE, de los que 55.000 millones lo hacen a través del oleoducto Nord Stream 1, al que podrían añadirse otros tantos en cuanto entrase en funcionamiento el segundo oleoducto.

La Unión Europea cuenta al mismo tiempo con veinticinco terminales para el gas licuado con una capacidad total de regasificación de 215.000 millones de metros cúbicos al año, cerca de la mitad del consumo actual de los países miembros.

El problema es que, como señala el periodista alemán Jörg Kronauer, de quien tomo esos datos, esas terminales están lejos de trabajar a pleno rendimiento porque el proceso que necesita ese tipo de gas es más costoso que el que llega directamente a través de los gasoductos.

El mayor proveedor de gas licuado es Qatar, que es todavía el mayor productor del mismo, con un 30 por ciento del total que llega a la UE, seguido curiosamente de Rusia, que es al mismo tiempo la mayor fuente para Europa del gas natural tradicional.

Pero a raíz del auge experimentado por la fracturación hidráulica (“fracking”), EEUU se ha convertido en el mayor productor mundial, con 19, 51 millones de barriles diarios, el año pasado) por delante de Arabia Saudí y Rusia: 11,81 y 11,49 millones, respectivamente.

EEUU trata en cualquier caso de aumentar sus exportaciones ya que la industria del “fracking” no ha resultado tan rentable como allí se esperaba.

El Gobierno de Donald Trump esperaba poder vender más de ese gas a China, pero estalló la pandemia del coronavirus y la guerra comercial con Pekín y la operación se frustró.

De ahí sobre todo las presiones sobre los europeos y las amenazas de sanciones a las empresas que participan en la construcción del Nord Stream 2, en el que EEUU ve una clara competencia para su propio gas licuado.

Como parte del intento de aislar a Rusia, Croacia y Polonia, lanzaron en 2015 con apoyo norteamericano la llamada “iniciativa de los tres mares”, que incluye también a los Estados bálticos además de dos del mar Negro, Rumanía y Bulgaria, y otro más del Mediterráneo, además de Croacia: Eslovenia.

Desde el punto de vista de Washington, ese nuevo eje gasista norte sur refuerza a países que formaron parte del bloque soviético y que mantienen actualmente las posturas más duras frente a Rusia, a la que se trata de perjudicar económicamente.

Y ese último objetivo está también detrás de la feroz oposición de EEUU al Nord Stream, para cuya terminación falta ya muy poco.

Mientras tanto China, país que disputa a EEUU la hegemonía económica mundial, construye sus propios gasoductos al tiempo que aumentan exponencialmente sus necesidades de esa fuente energética.

El año pasado, China consumió 304.000 millones de metros cúbicos de gas, con lo que se convirtió en el tercer consumidor mundial por detrás sólo de EEUU y Rusia.

A ese incremento contribuyó sin duda la decisión del Gobierno comunista de cerrar de forma acelerada sus centrales de carbón para poder cumplir sus compromisos medioambientales.

Según calcula la Agencia Internacional de la Energía, el consumo chino de gas natural podría oscilar para el año 2040 entre 497 y 655.000 millones de metros cúbicos, lo que no es mucho comparado con los aproximadamente 877.000 millones que consume hoy EEUU.

El problema para los chinos es que, a diferencia de EEUU, no son en ese punto autárquicos, sino que importan su gas licuado mayormente de Australia y Qatar.

El primero de esos dos países está en la órbita de Washington y sus relaciones con Pekín son actualmente pésimas mientras que los buques qataríes han de atravesar zonas potencialmente peligrosas como los estrechos de Ormuz y de Malaca.