Si a través de la ciencia y la técnica se conoce que es posible reducir muy sustancialmente las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) –causantes básicos del cambio climático– que se producen en la construcción/reconstrucción de la vida de las ciudades, tiene su sentido que los gobiernos de los distintos países del mundo, y muy particularmente los que conforman la Unión Europea (UE), decidan que es imperioso comprometerse y tomar cartas en el asunto. Hay serios compromisos firmados y su desarrollo precisará de la presencia activa de las administraciones públicas, pero también de la sociedad civil, sus profesionales y empresarios, y de modo esencial la colaboración consciente y responsable de los ciudadanos para alcanzar un futuro posible más amable, confortable, económico y ecológico de nuestras casas, lugares de trabajo y sus correspondientes entornos: las ciudades y nuestros diversos hábitats.

Combatir el cambio climático exige una toma de conciencia común y un liderazgo político indiscutible, más allá de las leyes y normas que nos obliguen, pero poco eficaz será sin la colaboración y exigencias de la sociedad. ¿Por qué tiene la arquitectura y la ciudad tanta importancia en esta lucha contra el cambio climático?

a– Alto consumo energético y de recursos naturales en el uso y construcción de los edificios. A lo largo de la vida de los edificios la energía primaria consumida por estos en Europa alcanza de media el 40%. Si este consumo proviene de combustibles fósiles (petróleo, gas, carbón...) se emite contaminación a la atmósfera de gases efecto invernadero, incluido el CO2, lo que provoca el calentamiento global (CG) de nuestro planeta que, finalmente, aboca al cambio climático (CC). También se consume el 50% de los recursos naturales y el 20-25% del agua.

b– Gran aumento de la población mundial. En el año 1900 los habitantes en la Tierra eran unos 1.600 millones. Un siglo después, en el año 2000, éramos unos 6.000 millones. Ahora superamos los 7.600 y para 2100 la ONU prevé una población de 11.200 millones de personas. Este gran aumento reclama una concepción del hábitat muy diferente a lo que resultaba útil hasta ahora, lo que influirá decisivamente en nuestras ciudades, en nuestro medio rural, en nuestro modo de concebir la vida y en nuestros sistemas sociales y económicos. El hábitat, lugar de vida y convivencia, está en proceso de cambio y los ciudadanos debemos estar informados y, eventualmente y de modo responsable y organizado, colaborar, influir, estar presentes en la toma de decisiones. Pero siempre conscientes de que entramos en un futuro preñado de nuevas exigencias que demandarán nuevas respuestas. La investigación/innovación serán piezas imprescindibles para afianzar la toma de decisiones políticas.

c– El planeta Tierra es limitado. Estos límites se extienden a la atmósfera y a la biosfera, y hasta hace unos 30-40 años lo que se consumía se regeneraba, pero los científicos llevan décadas advirtiendo de que si continuamos así y sin tomar medidas, el CG acarreará serias consecuencias sobre nuestras vidas. El crecimiento poblacional exige alimentos, agua, casas donde refugiarse para vivir, trabajar y organizarnos socialmente, servicios y equipamientos, calles, carreteras, ferrocarril, otras infraestructuras de abastecimiento, saneamiento, tratamiento de residuos, etc., y tal vez nuevas y desconocidas infraestructuras y medios de transporte... Y como ya he dicho, la construcción y vida de todo ello consume muchos recursos naturales y mucha energía. Sin embargo, ya sabemos que esa tendencia puede racionalizarse y reconducirse para reducirse, hasta reencontrar los necesarios nuevos equilibrios.

d– Protocolo de Kioto y Acuerdo de París. Es fácil concluir que si seguimos construyendo edificios y ciudades como hasta ahora, con viejos criterios técnicos, para acoger a los próximos miles de millones de habitantes, la vida en el planeta no sería soportable, lo que exige modificar sustancialmente el rumbo. Esto se conoce desde hace varias décadas y ello ha dado lugar a varias conferencias mundiales, tipo la reciente COP de Madrid, y a las importantes firmas del Protocolo de Kioto y el Acuerdo de París, donde la gran mayoría de los países se comprometen a tomar medidas para disminuir la grave y destructiva contaminación, entre ellas las que afectan a la construcción/reconstrucción de la ciudad.

e– Exigente Directiva Europea (DE). La DE 2010/31 UE obliga a que para finales de 2020 todos los edificios tengan un consumo “casi nulo” de energía proveniente de combustibles fósiles (ya es obligado desde 2018 para los edificios públicos). Las energías renovables ya son una necesidad incuestionable.

Cambio de rumbo. Solo con la participación responsable, y a través de una adecuada sensibilización e información, se puede encontrar la colaboración necesaria para contribuir, eficazmente, a cumplir las exigencias de la UE. ¿Podemos disminuir decididamente el elevado consumo energético en la construcción de nuestras ciudades? Este es el reto y ello es científica, técnica y económicamente posible.