Me han pedido que haga el prólogo de un libro. No suelen pedirme esas cosas. Ya sé que pedirlo es un honor que le hacen a alguien, pero en este caso creo que es más un acto de confianza y amistad que la consecuencia de un reconocimiento especial. Prologar un libro es invitar al lector a entrar en él, sin adelantarle nada, pero sin privarle de lo que puede motivar que inicie su lectura. Me han pedido el prólogo de un libro que reflexiona sobre la muerte y el morir.

Los motivos que llevan a un escritor a dedicar su tiempo a este tema es hoy contracultural. No es como de buen gusto ni políticamente adecuado tratar temas que despierten desagrado. En medio de esta dichosa pandemia, con noticias permanentes sobre índices y porcentajes de muertes, de ingresos y altas, con hidrogel por doquier y escondidos tras la protectora mascarilla para evitar contagios, hablar de la muerte como experiencia es una tarea de héroes. Y pensaba sobre ¿cuál sería el prólogo de la muerte?

Pues será la vida, porque como dice el refranero popular “para morirse solo hace falta estar vivo”. Por eso no hay un único prólogo sino tanto como seres vivos; y si hablamos de la condición humana, tantos prólogos como personas vivas existan. Lo curioso es que me lo han pedido, en palabras de su autor, porque soy el delegado de Cáritas Diocesana.

Inicialmente pensé que había sido una confusión, que si uno se dedicara a servir a las familias en un tanatorio, pues sí, pero que la acción social dirigida a la inclusión de personas, a la pobreza de los más pobres y no atendidos, fuese el motivo me extrañó inicialmente, pues creía que poco tenía que ver con la muerte y con reflexiones en torno a ella.

¡Qué equivocado estaba! Si uno se para y piensa lo cerca que están los pobres de la muerte, termi-naría proponiendo yo hacer el prólogo de este y de otros tantos libros como este. ¿Sabían ustedes que hay personas que pierden una cita médica con un especialista en el hospital porque no tienen para un bono-bus que les lleve? La pobreza nos acerca al morir, según las estadísticas más superficiales. ¿Sabían que la inmensa mayoría de los inmigrantes subsaharianos no saben nadar? Y ya sabemos que la desnutrición y la falta de vivienda digna tienen mucho que ver con nuestro sistema inmunológico.

Puede que no solo sea la vida el prólogo de la muerte, sino que la vida pobre adquiera más presencia en este efecto prológico vital. Luchar contra la pobreza es luchar a favor de la vida. ¿Sabían ustedes que la mayoría de los motivos reales de los abortos provocados tienen que ver con la situación social y económica de las mujeres? Nunca se justifica la muerte provocada en cualquier momento evolutivo de la persona humana, pero cuando decimos “no abortes” hemos de acompañar la frase con ayuda real que disipe los miedos y temores que provocan dicha posibilidad.

El informe Foessa 2019, el último presentado por la Fundación y elaborado en esta ocasión a nivel autonómico, presenta un mapa muy siniestro de la pobreza en Canarias. No solo es dramático el porcentaje de la población en situación de pobreza extrema, sino la brecha tan ancha de los que están en situación cercana a la pobreza. Por este motivo, entre nosotros, la pobreza adquiere colores siniestros. Es muy fácil morirse estando vivo cuando, además, se es pobre.

Estoy convencido de que hacen falta más personas que piensen y reflexiones sobre el hecho más definitivo de nuestra vida. La muerte.

Bienvenidas, además, las reflexiones que no convierten el drama en tragedia, porque saben que hay esperanza.