Los últimos datos de la Encuesta de Población Activa demuestran que nos estamos haciendo trampas al solitario. A primera vista Canarias ofrece un panorama preocupante, porque creando empleo tras la primera ola de la pandemia perdemos 121 mil puestos de trabajo y el paro sube en 47 mil personas. Pero eso, claro, a primera vista. Porque si les sumamos los 80 mil trabajadores que siguen en ERTE —o sea, que no trabajan y cobran una prestación del SEPE— a los 270 mil parados "oficiales", nos situamos en casi cuatrocientas mil personas colgadas de la brocha. O sea, un frior.

Y si a todo eso le sumamos el aumento del empleo público registrado en el último año lo que tenemos es un cóctel molotov: más gasto público y menores ingresos fiscales. Solo la Comunidad Autónoma ha sumado doce mil empleos, en los últimos dos años, que se vienen a sumar a los setenta mil que ya tenía. No es solo en las islas, por cierto, sino una tendencia nacional. Uno de cada cinco nuevos empleos ha sido en las administraciones públicas en España, que ya supera el récord histórico de personal público.

Lo que se atisba en los primeros datos del nuevo proyecto de Presupuestos Generales del Estado es que la jodienda no tiene enmienda. La crisis del 2008 fue una crisis del crédito y la deuda que contaminó la economía productiva, que acabó cascando y llevando a miles de personas al paro y la pobreza. La crisis del coronavirus va a ser al revés del pepino. El desastre en la economía productiva va a terminar contaminando el mercado de la deuda pública y el crédito, que acabarán por petar.

La apuesta del Gobierno español con los miles de millones que van a venir de Europa —27.000 millones el próximo año— se resume en dos palabras: gastar más. Ni se va a modernizar y sanear la administración, ni se va a apostar por el gasto económicamente sostenible, ni se va a impulsar a la iniciativa privada. Habrá más empleo público, se subirán los sueldos de los funcionarios, las pensiones, el gasto social... Y todo ello no se soportará en un aumento de los ingresos ordinarios del Estado, sino en los fondos excepcionales que vendrán de Bruselas. O sea, una ficción sostenida en una ayuda extraordinaria.

Ese escenario de buenismo económicamente suicida se acompañará de astracanadas como la limitación por ley del precio de los alquileres privados —que se cargará las rentas del ahorro de miles de familias de clase media— primer paso para la okupación estatal de las viviendas vacías. O el aumento del gravamen de las compraventa de viviendas. España no solo camina hacia un Estado fallido en lo territorial y político, sino que se aleja paso a paso de las democracias liberales, avanzando hacia una sociedad privada cada vez más intervenida. Poniendo por delante la vaselina mediática de subirle los impuestos a los más ricos —cosa que todo el mundo aplaude con las orejas— terminarán poniéndonos un supositorio a la devastada clase media en la que se sostienen, sí o sí, todos los estados del bienestar.

Podríamos pensar, a modo de consuelo, que en ese mejunje Canarias va a salir bien librada. Porque como estamos a la cabeza de todo lo malo y a la cola de todo lo bueno y como nuestros indicadores de pobreza, exclusión social y paro son los que son, nos va a caer una lluvia de millones. Pero en la fiesta del gasto público, a estas Islas las van a dejar recogiendo los platos y barriendo los confetis del suelo público.

De los 27 mil millones de la Unión Europea no nos van a llegar ni las raspas. Lo que nos contaron de que con la Ley de REF se obligaba a invertir en Canarias era mentira. Madrid pasa de Canarias. Nos mandan casi lo mismo en casi todo. A los campeones del paro nos repiten los fondos de empleo. A los reyes de la miseria, ni un duro para un plan contra la pobreza. Y no sigo porque de verdad que me vomito.

A los que tengan el cuajo de decir que estas cuentas son buenas para las islas, cójanles la matrícula. Y recuérdenlos, cuando dentro de unos pocos meses estalle la sociedad de Canarias. Porque no es verdad: nos mandan cuatro duros. De nada vale que estemos aterrizando en el medio millón de parados. Que tengamos colas en los comedores sociales.Y que todos sepan que sin turismo estamos condenados a la indigencia. Madrid nos envía camino del matadero. Y lo que más me duele es que aquí haya haya gente que lo defienda.