Este periódico que usted tiene en sus manos cumplió el pasado día 15 de octubre 110 años, saliendo a la calle todos los días y plasmando la actualidad en sus páginas. Un tiempo que ha tenido de todo; los más provechosos y los más difíciles, y en todos ellos ha acudido a la cita diaria que se impuso su fundador, Leoncio Rodríguez, su posterior propietario, José Rodríguez Ramírez, a quien le siguió, su hija Mercedes Rodríguez y los actuales, Prensa Ibérica con Javier Moll a la cabeza y todos los que hoy siguen haciendo posible que esta cabecera siga estando cada mañana en los quioscos y en las redes de comunicación.

Hace unos días el actual director general de contenidos de este grupo en Canarias, Francisco Orsini, me pidió unas líneas en las que exponer mi visión de esta efeméride en estas páginas a las que he estado vinculado durante los últimos 35 años. Y por eso vuelvo a escribir aquí, porque creo que EL DÍA tiene tal trayectoria que hay que tenerla en cuenta a la hora de escribir la historia de este archipiélago y porque ha sido fiel reflejo de lo que se ha vivido en estas islas a lo largo de un siglo y una década.

El prodigio del periodismo, como bien escribió Gabriel Albiac, "no está en lo que sucedió ante nuestros ojos, sino en saber contarlo". Eso es el buen periodismo y de ese se ha hecho mucho y bien bajo esta cabecera.

Desde luego han sido muchas las vivencias a lo largo de mi vida laboral en la Casa y me ha permitido conocer a personajes de todo tipo que han jalonado de experiencias vitales el devenir de una empresa periodística muy enraizada en la sociedad en la que ha estado agarrada.

Hemos tenido compañeros, de esos que nunca salen en las páginas, que no firman, pero que impusieron una forma de hacer las cosas. Y ahí están Juan Pedro Ascanio, uno de los referentes a la hora de innovar en este apasionante mundo del periodismo. Ascanio fue calificado por Francisco Ayala, uno de los directores míticos, como "uno de los profesionales más competentes que he conocido en la confección de páginas". Y no se equivocaba. Cuentan que cuando se conoció la noticia de la legalización del Partido Comunista, aquel 9 de abril de 1977, viernes santo para más señas, solo se detuvo a comprobar que la noticia era cierta, le preguntó a uno de los redactores, que le enseñó el teletipo que recogía la noticia, y se fue hacia la zona de composición entonando en voz baja La Internacional. Más tarde, en el comité de empresa, vendrían Francisco Martínez, otro que dejaría huella en las relaciones laborales o Juan Carlos Carballo, que en estos días recogerá su premio de 'Patricio Estévanez y Murphy', como reconocimiento a su trayectoria profesional a lo largo de varias décadas.

Han sido muchas las vivencias en esas mesas de Jornada y de El Día en las que me he movido. He asistido a muchas decisiones que han supuesto hitos en el avance de esta profesión y todo ello ha supuesto una enseñanza permanente. Como la llegada de la nueva rotativa -nueva en la década de los 80/90- que apostaba por técnicas desconocidas hasta ese momento, por una composición más activa y por un proceso innovador en aquel entonces.

Muchas historias viví en aquella redacción en la que personajes como Ricardo Acirón, subdirector primero de Jornada y después de El Día, hicieron posible la formación de una generación periodística que desligaba la línea editorial con el servicio informativo que teníamos que desarrollar cada día. De aquellos días recuerdo la presencia fugaz de directores como Manuel Trapote u otros que duraron en su despacho tan poco tiempo que su paso no está registrado en los anales de la historia de esta casa. Luego "ascendimos" hasta redactores jefes Juan Galarza, Julio Rodríguez, Juan Carlos Martín o Joaquín Catalán, hoy director de El Día, o quien esto suscribe, que más bien estábamos en un limbo orgánico entre el editor/director, José Rodríguez, y el subdirector, Ricardo Acirón, que mantenían un pulso diario a la hora de imponer sus criterios. No quiero olvidarme de algunos personajes como Antonio Rodríguez Flores, que comenzó como adjunto económico de la propiedad y se convirtió en un gerente/administrador que supo congeniar en los tiempos de las vacas gordas entre lo que se pedía desde los editoriales y lo que se gestionaba en el departamento comercial.

De esa época data el afán y la visión de José Rodríguez de hacer un grupo de comunicación. Primero con la edición web del periódico y después con la expansión hacia la radio y la televisión, hoy tristemente desaparecidas del espectro radioeléctrico canario.

Fue en 1999 cuando nació la web y de ese tiempo recuerdo a Luis Fernando Rodríguez y la contratación de Francisco Mesa, un muchacho que había acabado sus estudios informáticos y para el que era un reto lo que queríamos hacer. Luego, en 2001 vino la radio, que tuvo su gran despegue tras los días interminables del huracán Delta y que nos catapultó a cotas de oyentes inalcanzables para una radio local como aquella. Mucha gente nos descubrió aquellos días. Gracias a los trabajos técnicos de Carmelo Hernández y Magdalena Yanes se logró mantener en antena una señal que para otros fue imposible. No hay que olvidar a los demás, a David Morales, a Guillén Castellano o a Sonia Chinea y otros tantos compañeros que lograron que fuéramos la referencia sonora durante todos los días en los que faltó la luz y por tanto el testimonio de los medios audiovisuales. Logramos mantenernos con el grupo electrógeno de la sede matriz y los desvelos de Retevisión, que logró que el principal centro emisor, situado en la montaña de la Altura, por encima del barrio de La Alegría, en Santa Cruz, tuviera combustible suficiente para seguir emitiendo.

Y lo mismo en una tele que vino a la casa por la insistencia de José Rodríguez, después de varios intentos. Primero fue con una tenue emisión sobre la capital tinerfeña, luego con una más grande que gestionaban unos alemanes y más tarde con la incorporación de Azul Televisión, cuyo nombre se cambió por el de El Día TV cuando consiguió la licencia insular, en 2007, que el Gobierno de aquel entonces le otorgó.

Por tanto, han sido 35 años en los que he hecho lo que más me ha gustado; contar las cosas para general conocimiento. Desde las páginas de Jornada primero, después desde El Día, más tarde en Radio El Día y en El Día TV, todos los palos en la baraja informativa que esta casa me permitió vivir en primera persona. Tengo mucho que agradecer y a mucha gente. A José Rodríguez que, a pesar de nuestros desencuentros y coincidencias, me dio la oportunidad de hacer cosas e innovar. A Mercedes Rodríguez que me dio la última oportunidad y con la que compartí la época más difícil de esta casa. A Ricardo que confió y me hizo crecer profesionalmente, aunque luego nos alejamos, pero al que siempre he intentado comprender. Y a todos los que de alguna manera aportaron algo para seguir creciendo en conocimientos y experiencias. Hoy el mundo es mucho más complejo y las redes sociales han ocupado un sitio desde el que emulan el trabajo de los medios de comunicación. Pero los periódicos siguen cumpliendo años y son referentes de lo que hay que contar.

Muchas vivencias se agolpan en mi memoria en las noches de los cierres en los que nos enfrentábamos a insertar todo lo que pasaba y en los que eran parte fundamental de aquellas horas como el incombustible Humberto González (Gonar) que llegó siendo un chiquillo y que se fue haciendo grande a medida que ampliaba sus conocimientos. Sabe maquetar, rellenar espacios, escribir una "Última hora", tiene en su mente todo lo que corre por las columnas de la edición y es el mejor a la hora de cortar las páginas. O un Claudio Andrada que en todo momento sabe utilizar el lenguaje para que el texto escrito quede lo más claro posible. Aquellas noches en las que esperabas hasta el último momento los detalles que completaran el relato de los hechos que componían las páginas del periódico. Cómo Francis Hernández, fiel reflejo de un hijo cuyo padre había estado en el proceso de modernización, o la voz crítica de un Simancas que sabía en todo momento hasta dónde podíamos llegar. O un Pablo Cedrés que serio y circunspecto vigilaba que todo estuviera en orden, o un Nicolás Febles que como "regente de talleres" nunca libraba porque su única obsesión es que el periódico acudiera a su cita de forma ejemplar.

La familia de un periódico es tan prolija como sus páginas. Los periódicos están colmados de tormentas, odios, crisis, amores, éxitos, fracasos, tensiones, acuerdos, intrigas, encrucijadas, victorias, avances, descu¬bri¬mientos, tropie¬zos... y tantos otros acontecimientos que el complejo quehacer de las personas es capaz de generar. Y también por eso, los periódicos deben ser polémicos, descriptivos, analíticos, críticos, socarrones, satí¬ricos, incisivos, divertidos... e inteli¬gentes. Por fortuna, su carácter seguirá siendo necesariamente así. Dependerá del talento y las ganas de quienes cada mañana es¬tamos obligados a volver a levantar de forma estructurada esa obra intelectual llamada periódico.

Estas líneas han querido rendir homenaje a todos aquellos que hicieron posible que el producto final observara los principios por los que cada día salía a los quioscos. Han sido años en los que no hemos visto pasar el tiempo, pero sí acumular experiencias que hoy se agolpan en la mente de cada uno. Son muchas las vivencias, anécdotas y experiencias que nos dio aquel modo de vida, pero les juro que sirvió la pena. Es algo que queda en la memoria y que algún día plasmaré de algún modo, porque puede dar alguna luz, aunque sea mínima, a los grandes hechos de nuestra historia más reciente.

Todavía recuerdo las conversaciones con el hoy director de este periódico, Joaquín Catalán, sobre el futuro y su irrefrenable deseo de contar historias. Ese futuro siempre nos ligó, me sustituía en mis constantes idas y venidas a otros cometidos y el día que nos separamos tuvimos la sensación de que un día volveríamos a estar juntos. El destino posterior nos unió. Decía el hoy director, Joaquín Catalán, cuando escribía un artículo con el nuevo diseño de esta casa que "EL DÍA, siendo consciente del importante papel que representa, reafirma su compromiso con la sociedad a la que sirve, apostando por la información de calidad". Y eso tiene que seguir siendo el reto diario.

Dice la canción que "cualquier tiempo pasado fue mejor". No se si es así, pero a nosotros nos lo pareció.