Lo normal es que los hechos imprevistos te cojan en pelota picada. Por su propia naturaleza. Pero si te avisan que viene un huracán fuerza cuatro y no clavas tablas en las ventanas es que eres tonto del bote. Y eso, desgraciadamente, es lo que parece que nos está pasando. Que atisbamos lo que nos va a pasar, pero estamos llegando tarde a las cosas cuando ocurren.

El inicio del curso escolar va a ser un desastre porque los centros públicos no tienen ni los medios materiales ni humanos para garantizar que las medidas teóricas de seguridad se tomen realmente. Ni se ha contratado a todos los profesores de refuerzo necesarios. Ni hay, en muchos centros, los hidrogeles o el material de protección necesario.

Sabíamos, desde hace meses, que la emigración ilegal iba en aumento. El caminar de la perrita es que con las calmas podría incrementarse el tráfico de la ruta hacia Canarias. Y a la vista está que no nos habíamos preparado para lo que podía pasar y ha terminado pasando. Madrid está mirando para otro lado -como siempre hace, porque solo se mira el ombligo- y en las islas nos estamos indigestando con un problema humanitario y social.

Dijeron algunos, a la vista de la evolución de la economía y el coronavirus, que no habría temporada turística de verano. Y no la hubo. Y avisaron que tampoco habría temporada de invierno. Porque habría un rebrote en octubre, que resulta que se ha adelantado. Y porque la situación económica de los países emisores de turismo, Gran Bretaña y Alemania, fundamentalmente, no lo iba a permitir. Y el hecho es que la salida de los británicos de la Unión Europea va a ser de la peor manera posible y que la recesión en Alemania va a cerrar el bolsillo de sus ciudadanos porque el horno no está para ningún bollo. Pero aquí seguimos sin entenderlo.

Hay que esperar lo mejor, pero estar preparados para lo peor. Es posible que el turismo vuelva antes de lo que pensamos. Pero si no es así -y es muy fácil que ocurra- debemos tener preparado un plan de contingencia. Si no hay vacuna hasta finales del año que viene y si la crisis del turismo se extiende durante dos años, como es probable que suceda, ¿de qué se supone que vamos a vivir? Todo en Canarias está orientado al turismo. También la agricultura y la industria. No existe ninguna forma, humana o divina, de que dos millones de personas sobrevivan por sus propios medios ante una catástrofe económica de esa envergadura.

Canarias, ahora mismo, debería estar luchando con uñas y dientes para ser considerada, a todos los efectos, zona catastrófica. Para que Madrid elabore un plan extraordinario de intervención en las islas que garantice la solidaridad de todos los territorios del Estado y que permita sostener mínimamente el estado del bienestar en unas islas que han perdido su modo de vida. No lo estamos haciendo. Y cuando estemos pasando hambre, llegaremos tarde otra vez a esa realidad. Y ya será tarde, por última vez.

El Recorte

Que no viene. Escrivá no quiere venir a Canarias. ¿Y saben qué? Es bastante lógico. El ministro de Migración dice que no vendrá hasta que tenga la agenda holgada. Porque como no viaja en el Falcon del presidente y tiene que coger un avión de línea, el desplazamiento es un coñazo, hay pocos vuelos, vienen llenos y vete tú a saber si va alguien con coronavirus. Tres horas para acá y tres horas para allá. ¿Y total para qué? ¿No están llevando los emigrantes a los hoteles? ¿Qué tratamiento más humanitario puede haber que llevarse a los ilegales a un establecimiento de ocio para que disfruten de las islas como Sánchez en la piscina de La Mareta? El ministro Escrivá no está para perder el tiempo. Ni para que le den collejas. Y sabe que en cuanto ponga la pata en tierra guanche le van a caer peticiones de todos lados para que disponga centros de internamiento, para que mande recursos económicos y para que explique por qué el Sistema (Des)Integrado de Vigilancia Exterior es una chufla incapaz de detectar las pateras que tocan tierra en nuestras islas. Entre que desembarquen ilegales en las playas andaluzas y se pierdan tierra adentro y lo hagan en unas islas, que son una ratonera, no hay color ¿A que no? De aquí no se va nadie. Así que mucha calma. Cuando en la agenda queden tres o cuatro días en blanco será el momento de cogerse unas vacaciones en Canarias. Y mientras tanto, ajo y agua. Mucha agua.