En algunos medios de comunicación se ha afirmado que La Guardia Civil usó testimonios manipulados y omitió información clave en su informe sobre el 8-M en las diligencias que practicó la Unidad de Policía Judicial del Cuerpo por orden de la magistrada juez de Instrucción número 51 de Madrid, como consecuencia de una denuncia contra el delegado de Gobierno de Madrid por haber autorizado una reunión y manifestación feminista el 8 de marzo. Además, han aparecido en las redes sociales acusaciones de parcialidad e intencionalidad política en las actuaciones profesionales de la magistrada en cuestión y de determinados mandos de la Guardia Civil. Los que conocen mi trayectoria política y profesional saben que he sido un estudioso de la historia de la Guardia Civil sobre la que he escrito varios centenares de artículos, y que, modestamente, soy unos de los españoles que ha desempeñado responsabilidades políticas, que mejor conoce a la Benemerita, por haber convivido con ella desde mi infancia en mi pueblo natal, y trabajado, desde los tres poderes del Estado, con todos sus mandos y guardias durante mi intensa trayectoria profesional como juez de Instrucción de la mayoría de los juzgados de Instrucción de Canarias, como magistrado juez de Instrucción del Juzgado Central número 5 de la Audiencia Nacional, competente en materia de terrorismo, y como magistrado del TSJC; y mi trayectoria política como gobernador civil en las dos provincias canarias, primer delegado del Gobierno en Canarias, vocal el Consejo del Poder Judicial y fiscal general del Estado.

Esa experiencia profesional y política me permiten afirmar, sin ditirambo, que en los miles de atestados e informes de la Guardia Civil que pasaron por mis manos, nunca ni sus mandos ni sus guardias incurrieron en errores facticos determinantes de la culpabilidad o de la inocencia, y, menos, en falsedades documentales. Su actuación fue siempre jurídicamente impecable, incluso, en ocasiones, a riesgo de sus vidas en la lucha contra el terrorismo, y su lealtad a los jueces y al ministerio fiscal encomiable, sin que en ningún caso hayan abusado de las facultades que les confería como juez de Instrucción al librarles mandamientos de entrada y registro o de intervenciones telefónicas.

Ciertamente, en pocas ocasiones, en algunos atestados o informes no se consignaban y apreciaban las circunstancias así adversas como favorables al presunto reo, en cumplimiento del artículo 2 de la LECRIM, y contenían calificaciones jurídicas o apreciaciones subjetivas que predeterminaban la acusación, que sólo corresponde al ministerio fiscal. Pero en esos casos ponía esas posibles anomalías en conocimiento de los mandos que inmediatamente las corregían o sancionaban con dureza, de tal manera que si se prueba en el procedimiento penal que, en este caso, han actuado con criterios subjetivos, e incluso, con intencionalidad política, se les exigirá responsabilidad disciplinaria o penal.

La calificación a los jueces como conservadores o progresistas, motivada por el asociacionismo, judicial, causante, en gran medida, de la politización de la justicia o de la judicialización de la política, no se corresponde con la realidad judicial. Conozco jueces a lo que se consideran conservadores, que dictan resoluciones ecuánimes y progresistas, y jueces considerados progresistas, que son auténticos inquisidores. Los llamados “prejuicios” de los jueces de Instrucción, de los que ya habló Alonso Martínez en la encomiable exposición de motivos de la Ley de Enjuiciamiento Criminal, casi siempre se estrellan en el juicio oral celebrado ante un tribunal colegiado, el ministerio fiscal y los abogados defensores.

A los periodistas les está permitido todo tipo de libertades, y no seré yo quien las limite, pero cuando critican actuaciones de la Guardia Civil debieran tener en cuenta algunos antecedentes históricos:

La Guardia Civil desde su fundación por decreto de 28 de marzo de 1844, ha servido disciplinadamente a todos los gobiernos y regímenes políticos de España, algunos de los cuales intentaron infructuosamente disolverla o desmilitarizarla, aunque todos, sin excepción, no vacilaron en recurrir a ella para hacer frente a los convulsos acontecimientos de la España contemporánea. El socialista catalán Pi y Margal, federalista, no nacionalista, siendo jefe del Gobierno, dictó la Orden Circular de 18 de junio de 1873, de hondo significado y trascendencia histórica, en la que decía:”La Guardia Civil ha sido, como debía, el brazo de todos los gobiernos, el firme escudo de las leyes de los partidos y los vaivenes de los tiempos. En épocas normales ha prestado grandes servicios defendiendo los caminos y asegurando en los campos la propiedad y las personas; y en luchas como la presente no ha escaseado ni su actividad ni su sangre por acabar con las facciones y sosegar los tumultos de los pueblos. El Gobierno tiene en esta guardia completa confianza y así desea que la tengan V.S., porque no se debe jamás juzgar de un cuerpo por las faltas que hayan podido cometer algunos de sus individuos”.

Ya es hora de que la izquierda española destierre sus prejuicios sobre La Guardia Civil, que ha mantenido inalterablemente su lealtad al pueblo español aún en las etapas dramáticas de su historia, y cuando media España se enfrentó a la otra media en la guerra civil, la Guardia Civil se sacrificó por las dos, por las que dieron sus vidas 2.700 guardias civiles (el 83% por el bando republicano).Sólo uno de los siete generales de la Guardia Civil, se sublevaron contra la República. Los generales de la Guardia Civil Escobar y Aranguren, fervientes católicos, que permanecieron leales a la República, fueron condenados a muerte y ejecutados terminada la guerra. La Guardia Civil fue depurada por el franquismo, retirándose a 150 jefes y oficiales, expulsando a más de mil guardias civiles, y ocupando la Dirección General un teniente general del Ejército, y su Estado Mayor por oficiales del Ejército, situación que duró hasta los gobiernos de Felipe González, que posibilitó que el Estado Mayor estuviera integrado por jefes y oficiales del Cuerpo.

La Guardia Civil ha sido un pilar fundamental para la consolidación de la democracia surgida de la Transición y de la epata histórica de mayor estabilidad y progreso de la España contemporánea, por la que se sacrificaron 236 guardias civiles asesinados por la banda terrorista ETA, la mayoría muy jóvenes, con la secuela de muertes de sus hijos y familiares inocentes en los sangrientos atentados contra la Guardia Civil y sus Casas, a los que el pueblo español debe rendir permanente homenaje y agradecimiento para no olvidarles nunca.

Se equivocan los que pretenden atribuirle a la Guardia Civil intencionalidades políticas partidistas en sus actuaciones profesionales. Como se dijo, certeramente, en el diario Hoy durante la II República: “La Guardia Civil no ha claudicado; no ha claudicado nunca. El deber los mantiene firmes, sometida al Estado, sea socialista, liberal o católico, según la voluntad del pueblo. Pero el tricornio no puede cambiar, y sirve siempre al Estado, llámese como sea”.

En el artículo 1º de la Cartilla del guardia civil, redactada por la Inspección General del Arma, aprobada en Real orden de 20 de diciembre de 1.845, se dice: “El honor ha de ser la principal divisa del Guardia Civil; debe por consiguiente conservarlo sin mancha. Una vez perdido no se recobra jamás”. Pero para la Guardia Civil, la obediencia, - al ministro del Interior, al secretario de Estado de Seguridad, a los delegados y subdelegados del Gobierno, y por encima de estas autoridades, a los jueces y tribunales, y al ministerio fiscal, en sus funciones de averiguación del delito y descubrimiento y aseguramiento del delincuente (artículo diez de la Ley 2/1986, de 13 de marzo, de Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado)- y el patriotismo, están por encima del honor, que es una cualidad moral que lleva a cumplir con los deberes propios respecto al prójimo y a uno mismo. Por ello en las Casas Cuarteles de la Guardia civil, figura el lema miliciano de Calderón de la Barca: “aquí la más principal hazaña es obedecer” y en las puertas el cartel: “Todo por la Patria”, que alguna izquierda a la que todavía le cuesta proclamar su amor a España, considera reaccionario. En la carta de 26 de abril de 1907, Galdós, presidente del conjunción republicano socialista de principios del siglo XX irrumpió en la política activa con estas palabras de intelectual comprometido: “Abandono los caminos llanos y me lanzo a la cuesta penosa, movido de un sentimiento que en nuestra edad miserable y feminil es considerado como una ridícula antigualla: el patriotismo, que parece que sacamos de los museos o de los archivos históricos como un arma vieja y enmohecida. Se equivocan, ese sentimiento soberano lo encontramos a todas las horas en el corazón del pueblo donde para bien nuestro existe y existirá siempre en toda su pujanza”. Manuel Azaña, presidente de la II República, sentenció: “Os permito, tolero, admito, que no os importe la República, pero no que no os importe España. El sentido de la patria no es un mito”.

En sus Episodios Nacionales, la principal y fundamental no­vela historiada de nuestro convulso siglo XIX, Galdós remata genial­mente la etapa de Gobierno de González Bravo subrayando la creación de la Guardia Civil como la gran excepcional positiva de su mandato, con estas palabras: “...Y no fue su Gobierno de cinco meses totalmente estéril, pues entre el miserable trajín de dar y quitar empleos, de favorecer a las coacciones, de perseguir al partido contrario y de mover, sólo por hacer ruido, los podri­dos telares de la Administración, fue creado en el seno de Es­paña un ser grande, eficaz y de robusta vida, la Guardia Civil”. Galdós comprende la entraña institucional de la Guardia Civil y la expresa de forma bellísima e insuperable: “fue creado en el seno de España un ser grande, eficaz y de robusta vida, la Guar­dia Civil”. No se equivocó el ilustre escritor, paradigma del amor a España: La Guardia Civil ha sobrevivido durante 176 años a repúblicas, monarquías, dictaduras, pronunciamientos y guerras civiles. Instituto, gloria a ti, por tu honor quiero vivir.ria a ti, por tu honor quiero vivir.