Vemos con preocupación la separación entre naturaleza y sociedad. En ocasiones los pueblos esconden su cultura, como comunidad acomplejada de su ayer y, en consecuencia, del presente y el mañana.

La Palma vive con espejismo, olvidando el ayer y soñando con un futuro sin campo ni campesinos; es más, asumiendo que es la única isla sin desaladoras de agua de mar; el progreso está en las "máquinas milagrosas"; por ello, ignoramos el uso razonable de los recursos.

Debemos saber que entre 1940 y 2019 La Palma ha multiplicado por ocho las tierras regadas, significando un 20% de las aguas no industriales de Canarias, gracias a la construcción de unos 450 km de pozos y galerías, con una infraestructura hidráulica importante que incluye presas, canales e instalaciones de riego, entre otras. Valgan como referencia los estanques construidos entre 1947-1967, aportando el Instituto Nacional de Reforma y Desarrollo Agrario (IRIDA) en aquel periodo, solo para estas infraestructuras, más de 900 millones de pesetas, lo que supuso incrementar la capacidad en algo más de cuatro millones de pipas mayoritariamente en el valle, "valle de los espejos" Tijarafe y Barlovento.

Algunas de estas instalaciones hoy se han convertido, en muchos casos, en garajes o cuartos de aperos, espejismo de abundancia de agua. Valgan como referencia los consumos urbanos en los núcleos con más población: Los Llanos, Tazacorte, Santa Cruz de La Palma, aeropuerto, Breñas -superan los diez millones de pipas, agua de calidad que no reutilizamos-; mientras, regamos con agua de pozos con conductividad que arruina suelos y cultivo. Qué decir de las pérdidas de la red urbana o, como ocurre este año, con cuatro gotas que han caído en el este de la isla, las galerías bajas, no aprovechar el agua al dejar de regar, desperdiciando recursos como los generados en la galería de Los Loros. El desprendimiento de una ladera hace que perdamos más de 60 pipas/hora en el último año, cosa no entendible en la generación que hicimos las galerías y las sorribas en La Palma, ahora mirando para el Consejo Insular y que papá y mamá Administración resuelva.

Hacemos fiestas y lamentos como comunidad, devaluamos el campo y los campesinos por otra parte; la Administración ignora o burocratiza las cosas, una cultura de encuentro, de valoración del esfuerzo, de reconocimiento, de dignificación de campo y naturaleza. Hemos de cortar con falsos tópicos que devalúan el trabajo y el esfuerzo. ¿Cómo podemos entender que tengamos una obra de limpieza de una galería, ya que los escombros no permiten que se viertan en su puerta, por supuesto planteamientos ambientales, como escombros o vertederos autorizados? ¿Qué decir de las pérdidas en la red urbana, que derrochan gran parte del agua con instalaciones en malas condiciones?

Romper con los sueños de abundancia y derroche, ya que el agua es un problema de todo el planeta. Si bien es verdad que el agua en La Palma está mejor distribuida ahora que hace cincuenta años, tanto en el plano social como geográfico, otra cultura del agua en la escuela y en la sociedad es necesaria, en la que se entienda que los problemas actuales no son solo de sequía física. Son también de sequía cultural y de compromiso socio ambiental. Hemos de plantear que los problemas no se resuelven vía precios; menos agua, más cara, no es un producto de mercado, es un bien básico que hemos de cuidar.

Tenemos menos agua, porque llueve menos, y los cultivos demandan más riego. La demanda urbana y la reutilización es algo básico que no hemos resuelto, solo las aguas urbanas superan los cinco millones de metros cúbicos por año.

Demandamos más coordinación entre las comunidades de agua de riego y la Administración insular, con transparencia y para el interés público y las comunidades. Lo que se ha hecho con los estanques construidos con parte de dichos recursos son un ejemplo de lo que no debemos hacer, son parte de la cultura del derroche de los últimos años. No es un problema de más recursos, hemos de plantear un mejor uso de los mismos.