Escuchar el sonido del mar al caer la noche. Música no es oír el Congreso de los Diputados después de más de cien días sin formar Gobierno. Música puede ser el pacto de las flores, el del Gobierno canario, mientras suene la música. Música patética para algunos que no saben dónde ir. Música boba para algunos, que en algunos partidos políticos todavía no han entendido de qué va la historia y siguen mirando más a su sillón, que a los ciudadanos que les votaron.

Música no es la falta de diálogo político, porque les pagamos para ello. Música es hablar y llegar a acuerdos para que los demás seamos más felices. Música es mirarse a los ojos y saber que hay algo más que la mirada. Luego viene la música, quien la pone, con aquello de "no te preocupes, besaré primero". En algunos sitios, en África, donde he podido estar, no hay música. Solo el ruido terrible del dolor amargo del llanto eterno, como decía Serrat.

Gracias por la Música, como cantaba ese inigualable grupo sueco, ABBA. ¿Quién podría vivir sin ella? Por eso creo que a nuestros políticos deberíamos inyectarles un poco más de música. No sé de qué tipo la verdad. Merengue, bachata, flamenco, reggaeton, pop de los 80 o las mezclas de Paquirrín. A ver si se nos animan. Pero música en las venas porque, al final, dicen que amansa a la fieras, y de esas hay unas cuantas ¿no?