En una de las escenas de Mar adentro -la película dirigida por Amenábar sobre el tránsito de Ramón Sanpedro-, al personaje que interpreta Javier Bardem, a punto de iniciar su viaje, la persona que le ayuda a preparar la maleta le pide que, cuando llegue, envíe una señal desde el otro lado. "Como quieras, pero yo creo que allí no hay nada". En realidad, como él mismo confesara, Ramón soñaba con la posibilidad de "desintegrarse en la panacea etérea y regresar al principio, a ser materia en movimiento? nacer, vivir, morir y vuelta a comenzar". La pregunta sigue siendo una que probablemente todo el mundo se ha hecho alguna vez. ¿Hay algo ahí fuera o ahí dentro? Puede que ni siquiera los conceptos de dentro y fuera sean los más afortunados para comprenderlo, si es que un mínimo acercamiento al misterio es posible. Roger Kornberg, premio Nobel de Química e hijo de Arthur Kornberg, que recibiera el de Medicina medio siglo antes, afirmaba hace unos días -con la pedantería de quien está acostumbrado a lanzar frases con impacto- que la vida es solo química, "nada más y nada menos", y que el cerebro es, químicamente, "una colección de cables e interruptores". Es cierto que podemos entender el funcionamiento de una célula y, como consecuencia, de un organismo complejo de carácter autopoiético, a través de una reducción progresiva hasta los elementos materiales más sencillos que los componen, siempre que conozcamos las leyes que rigen las relaciones de esos elementos y dispongamos de un argumento comprensible que las explique. Si se profundiza en las ideas de Kornberg hijo parece que su convicción de que todo está en la tabla periódica impregna su pensamiento, y entre el conocimiento de Cervantes y el de Mendeléyev no tiene duda alguna. Sin embargo, si continuamos dividiendo la célula en sus componentes cada vez más pequeños, es posible que, inevitablemente, se acabe por encontrar el vacío, la nada, el qué sé yo. Y la pregunta inicial vuelve a la región que Ramón Sanpedro soñaba con alcanzar para nacer, morir y vuelta a comenzar. ¿Qué hay ahí? ¿Qué suena y qué se ve en un entorno donde no hay sensores que lo detecten? ¿Es todo algo más que una ilusión, la de que estamos vivos y soñamos que soñamos? ¿Hay alguna organización por debajo de los componentes de la materia, capaz de mantenerse constante o mantener constantes a dichos componentes o a sus relaciones, bajo un continuo flujo de mensajes inexplicables o sospechas de incertidumbre? Me temo que, como poco, si se desea establecer un marco teórico que sirva para entender en qué consiste la vida, es decir, para identificar las causas primeras de su aparición, habrá que llegar, al menos, a las que determinan la existencia y las relaciones de las luces y sombras elementales, y seguir descendiendo al fondo del Maelstrom para aparecer, atónitos, por el otro lado del pozo. En cualquier caso, y dada la complejidad del tema, la próxima semana hablaremos del gobierno.