ste verano nos hemos despedido de 'Better call Saul', serie con la que su creador Vince Gilligan da carpetazo (o hace un punto y aparte, ya veremos) con el universo de 'Breaking Bad'. Un precioso epílogo en blanco y negro que ha puesto el broche de oro a la saga y que ha estado al mismo nivel de calidad que el de su predecesora. Para aquellos que aun no la hayan disfrutado, es buen momento para verla de tirón desde el principio, aunque la temporada final todavía no se encuentre en Netflix, sino en Movistar. Tras el canto de cisne de Walter White (Brian Cranston) al final de la serie madre, ahora tocaba despedirnos de Saul Goodman (Bob Odenkirk), el abogado de los trajes de colores chillones, prominente flequillo y embaucadora verborrea. Ni qué decir tiene que vienen muchos spoilers sobre el final de la serie.

Si en 'Breaking Bad' asistíamos al ascenso y caída de Walter White, un profesor de química metido en el mundo del narcotráfico cuando le diagnostican un cáncer; en 'Better call Saul', vemos cómo Jimmy McGee, la oveja negra de una familia que se había labrado un nombre con letras de oro en el mundo de la Abogacía, se convertía en el letrado defensor del sanguinario cartel mafioso para el que trabajaba Walter. Saul Goodman era el Heisenberg de Jimmy McGill y, a lo largo de esas seis temporadas, vimos su evolución hacia el lado más oscuro. El personaje siempre había tenido un trasfondo cómico, pero en su serie aprendimos a ver su faceta más trágica. Al más puro estilo 'Star Wars', en el final se ha abierto el camino a la redención.

Como los hechos contados en la serie transcurrían años antes de que llegara Walter y su innovadora fórmula para las metanfetaminas, era evidente que 'Better call Saul' estaba llamada a ser la precuela de 'Breaking Bad'. Pero algo rompía esta fórmula. Al inicio de cada temporada de 'Better call Saul' siempre teníamos cuidadas secuencias en blanco y negro, muy alejadas de los llamativos colores del resto de las escenas de la serie. Cuando llegábamos a esos momentos sin color, saltábamos a un momento posterior al final de 'Breaking Bad'. Días grises, con Saul Goodman escondido de la Justicia con una identidad falsa en un anodino puesto de trabajo en la cocina de un restaurante de comida rápida de uno de los miles de centros comerciales desperdigados por la geografía estadounidense. La introducción del color en algún objeto del plano, ayudaba a los directores a subrayar distintos estados emocionales de los personajes en ese momento. En estas secuencias sin color, la serie dejaba de ser una precuela y nos iba narrando algo más de lo que ocurrió tras el final de la serie madre. Pequeñas pinceladas que en el desenlace han ido mucho más allá. La segunda parte de esta sexta temporada final ha transcurrido casi íntegramente en ese futuro en blanco y negro, brindándonos de paso el reencuentro más emotivo de toda la serie. Que ha sido el que menos podíamos imaginarnos.

'Better call Saul' ha sido desde el principio una serie sobre reencuentros con viejos conocidos. A lo largo de las distintas temporadas nos fuimos reencontrando con personajes a quienes ya dimos por enterrados en 'Breaking Bad', al tiempo que conocíamos a otros totalmente nuevos que han ampliado el universo creado por Vince Gilligan. Nos alegró mucho el reencuentro con Mike (Jonathan Banks), pero más nos emocionó la vuelta de Gus Fringe (Giancarlo Esposito) y su imponente mirada al vacío mientras estaba de pie en medio de su despacho. Naturalmente sabíamos que la perla se la iban a dejar para el final: la llegada de Walter White y de Jesse Pinkman (Aaron Paul). El esperado momento se había guardado para los episodios finales, a modo de flashbacks, mientras se desarrollaba el clímax de la serie. Pero, como decíamos, ése no ha sido el reencuentro más emotivo.

Muchos dimos por supuesto que el personaje de Kim Wexler (Rhea Seehorn), la esposa de Saul, no llegaría viva al final. Como nunca se nos dio indicio alguno de su existencia en 'Breaking Bad', imaginábamos que la muerte de Kim sería una secuencia equiparable emocionalmente a la del cuñado de Walter que vimos en la serie madre. Aquel episodio que marcó el punto de no retorno para Walter White. Pero el momento Ozymandias de 'Better Call Sau'l no vino con la muerte de Kim,, sino con la de otro personaje que posiblemente era uno de los pocos vínculos emocionales que a Saul le quedaban con su hermano. El asesinato de Howard Hamlin (Patrick Fabian) no nos lo vimos venir. El abogado fue ejecutado sin piedad por Lalo Salamanca, quien pretendía que Saul y Kim mataran a Gus Fringe. Una prueba muy parecida a la que tuvo que pasar Jesse en 'Breaking Bad'. El asesinato de Howard fue el que hizo a Kim replantearse su vida e irse lejos de Albuquerque y de Saul. En la primera parte de la sexta y última temporada veíamos culminada (ahora si) la transformación de Jimmy McGill en el abogado de los carteles de la droga, Saul Goodman. No tenía sentido seguir la historia, porque todo lo que pasaba después nos lo contaban en 'Breaking Bad'. Pero aun quedaban cinco capítulos para el final.

Desde el noveno episodio, la serie se transformó en un epílogo en blanco y negro, tanto de Better call Saul como de la propia 'Breaking Bad', destinado a narrar los últimos días en libertad de Saul Goodman y cómo fue finalmente detenido e ingresado en prisión. ¿Vuelve Saul al crimen porque no soporta su monótona nueva vida o porque en el fondo quiere que le atrapen? Y ya con Saul en la cárcel vimos el reencuentro más emotivo de toda la serie. Finalmente no ha sido ni el de Walter, ni el de Jesse. Ha sido el de Kim, a pesar de que nos habíamos despedido de ella hacía relativamente poco tiempo, pero ya pensábamos que había sido para siempre. En esta nueva vida en blanco y negro, Kim ya no es rubia, sino morena. En este epílogo, lo que nos estaban contando es cómo Saul consigue hacer que el amor de su vida salga de su escondite y acceda a ir a verle durante el juicio y en prisión. La baza que usa Saul para atraerla es la de negociar con el fiscal uno de esos escandalosos acuerdos con penas de prisión mínimas a cambio de su confesión por una vida dedicada al crimen.

En los episodios finales, asistimos a varios flashbacks de Saul con otros protagonistas de la serie, donde Saul les preguntaba qué cambiarían en su vida si pudieran viajar en el tiempo. ¿Cuándo fue el momento en el que se torció Jimmy, ¿el asesinato de Howard?, ¿el día que Kim se marchó?, ¿el momento en que aceptó la defensa de Lalo Salamanca?, ¿al poner a Walter White en contacto con el cartel? Al final, resulta que el momento clave fue el día en que se empezó el distanciamiento con su hermano y se enfrentó abiertamente a él. De haber seguido a su lado se habría evitado una concatenación de decisiones equivocadas que terminaron de la manera más trágica posible. En su último truco de abogado, Saul muestra a Kim cómo sigue siendo el mejor en chanchullos consiguiendo una pena de tan solo ocho años de cárcel. Un pacto que él mismo se encarga de romper en mil pedazos como declaración de amor hacia ella. Su personaje inicia un camino de redención al renunciar a sus chanchullos, y provocando que le caigan 86 años de cárcel, enterrando para siempre a la identidad de Saul Goodman. Su declaración en el juicio y su autocondena se acaba convirtiendo en su máquina del tiempo para intentar arreglar lo que hizo mal. Al final de la serie, Saul muere pero Jim McGill renace. Algo que podría ser el primer paso para muchas otras cosas. Entre ellas, intentar retomar su relación con Kim. Si Jesse pudo tener su happy end en la película secuela de 'Breaking Bad: El camino'. Saul no podía ser menos.