Luis es argentino, un porteño sin aires de canchero, de padres armenios, futbolero y apasionado mesiánico, hincha de Boca, que regenta una taberna prolija ubicada en la modesta calle Carmen Monteverde de la capital tinerfeña, esa que desciende tranquila y pausada desde Galcerán para desembocar frente al Centro de Salud Doctor Guigou. 

Con algo de guita puso rumbo a Europa y, tras varias experiencias, hace seis años decidió que había llegado el momento de montar su propio boliche: una taberna, se dijo, nada de tasca ni de cantina, ¿pero con qué nombre? «La vida te da sorpresas, sorpresas te da la vida, ¡ay, dios!», cantaba Rubén Blades, la voz que precisamente lo inspiró para bautizar su local. Fue con ocasión de un concierto celebrado en 2017 en el parking del Parque Marítimo, cuando entre tema y tema escuchó al panameño referirse a los pueblos de boca libre, esos que discuten. ¡Eureka! Había nacido Puerto Libre.

Con un puñado de mesas de dos y cuatro servicios, una barra con taburetes que se asoma al exterior como una ventana abierta, curiosas y originales lámparas con tulipas que asemejan papas onduladas, suaves tonos pastel, cuadros que pintan las paredes... el ambiente invita a dejarse llevar.  

La de Luis es una cocina viajera que tan pronto pone rumbo a tierras mexicanas, como navega a largo del Mediterráneo o bien se aventura hacia el lejano Oriente, pero con las bodegas bien surtidas de los sabores de la memoria. Quizá por eso, una norma no escrita aconseja comenzar cualquier comida en esta casa con unas jugosas empanadillas argentinas –las de carne con un toque picante, al gusto, o bien la de cuatro quesos con cebolla y perejil–, elaboradas desde la ortodoxia, con los preceptivos 13 repulgues marcando el borde de una masa bien horneada y delicioso relleno.

En este local se paladea el oficio; se hacen las cosas con ganas, con sentido y mucha ilusión, los gestos correctos, sin imposturas, así que no se recomienda acudir en plan coleccionista fudi en busca de modas. 

La comida es fiel el reflejo de la personalidad del cocinero, de su inquietud, y tan pronto ofrece un bocado tan simple como un bocata de calamares –está de fábula–, el taco libre o el burrito árabe, como algo más currado:un sabroso codillo con papas de pobre cocinado a baja temperatura.

Desde la filosofía de que el acto de comer precisa calma y capacidad de sorpresa, el aguachile es un referente de la casa; pescado blanco, tomates cherry, aceitunas negras, cebolla morada, rabanitos, pimienta, cilantro... y una apasionada salsa de maracuyá.

Las recomendaciones se suceden: riñones de cordero o mollejas de ternera sobre arroz libanés; shish kebab de ternera; bacalao la portuguesa; lago de gyozas; milanesa a la napolitana; costilla a baja temperatura...

En Puerto Libre la comida habla.

(Taberna Puerto Libre, calle Carmen Monteverde, 50; de martes a sábado de 13:30 a 16:00 y de 19:30 a 22:30 horas; tfno.: 693 54 11 63).