Lo de pinochería es una palabra inventada –ni la RAE ni tampoco el Diccionario de canarismos la tienen, al menos de momento, registrada–, pero es una voz nacida del corazón; rememora la figura de Lucía que, entre tantas tareas, desempeñó la de pinochera en un pueblo como La Esperanza, que inmortaliza este oficio con un conjunto escultórico visible en la misma entrada que da acceso al casco urbano. La pinocha, que así se llama a la acícula del pino que cae el suelo, se recogía tradicionalmente para su uso como embalaje de la fruta –sobre todo los huacales de plátanos–, también de cama para el reposo del ganado o como abono de los cultivos, unas prácticas propias de un tiempo donde la agricultura y la ganadería protagonizaban la economía insular, hoy en desuso, y que los recientes incendios han vuelto a traer al debate sobre la gestión de los montes.

Más allá de polémicas, los hermanos Laura y Sergio han sabido fusionar lo viejo y lo nuevo, eso que ahora se llama, de forma algo retórica, tradición y modernidad. El local que hoy habitan –con un interior exquisitamente diseñado, funcional y cálido– acogió en su día a Casa Belisario, renombrado sobre todo por sus pollos, una oferta que se completaba con otros platos de la cocina popular, y escenario además de celebraciones, bodas o bautizos, regentado hasta el cierre por sus abuelos y que después se convertiría en un insustancial bazar, sin alma, anunciando el momento de la clausura definitiva.

La Pinochería es ahora un lugar que queda a mano, alongado a la vieja carretera que sube al Teide por La Esperanza –aún destila aroma a campo, acaso nostalgia- y que de vuelta baja camino hacia la ciudad.

«Si el abuelo levantara la cabeza, creo que no lo reconocería», confiesa Lucía sobre la metamorfosis que ha vivido este local, y no solo por lo que se refiere al aspecto físico, sino fundamentalmente al concepto, el de un Gastro-Café donde la propuesta de brunchs, además de los desayunos, representa el principal atractivo, con el añadido de platos para satisfacer a quienes precisan almuerzo o cena y el regalo los viernes de la música en vivo.

Los brunchs no se limitan a los fines de semana; se brindan a diario, con embutidos, yogur con muesli, quesos canarios, bollería variada, zumos y café o infusión, además de un abanico de tostas:de verduras; jamón ibérico y tumaca, de rulo de cabra, de salmón...

La carta ofrece platos de cuchara, una crema de calabaza con leche de coco, además de una selección de croquetas, con énfasis en las de ibérico, una ensaladilla o una fritura de calamar sahariano y langostinos, además de un cochino negro con puré de batata y setas. Las tartas son inexcusables: sólo basta con elegir alguna. 

La Pinochería deja un recuerdo tan agradable como el propio viaje.

(La Pinochería, Carretera de La Esperanza, 41; de lunes a jueves, de 8:00 a 17:00 horas; viernes y sábado, de 8:00 a 23:00 horas, y domingo de 8:00 a 20:00 horas; aparcamiento propio;tfno.: 648 82 60 27).