Actividad de reciente creación que, antes de entrar en estado de alarma, llegó a celebrar cinco ediciones, llenando el aforo bajo el formato de una ruta guiada que empieza y termina en el museo y que recorre parte de la ciudad.

«Morimundo. La muerte y la ciudad» nos invita a reflexionar, al tiempo que nos acerca a una realidad cada vez más velada: la presencia de la muerte en nuestro contexto urbano y su importancia como elemento determinante para conformar la sociedad en la que se manifiesta.

Se hablará sobre el funcionamiento de la Inquisición en las islas, sobre las muertes no anónimas de algunos personajes fallecidos relevantes, sobre los lugares de entierro en la ciudad, sobre tradiciones como la del Día de difuntos y sobre cómo vemos y vivimos la muerte, antes y ahora. Toda esta información se va desgranando a lo largo de las cuatro paradas del recorrido (Plaza del Adelantado, la Catedral, el antiguo convento de San Agustín y por último, el propio Museo).

Volver a la normalidad implica retornar a un estatus existencial idéntico al que se vivía antes de la irrupción y propagación del patógeno covid-19, una circunstancia que esperamos disfrutar cuando los avances científicos mitiguen o erradiquen sus efectos más perniciosos para nuestra salud. Por ahora, solamente nos queda poner en práctica todas aquellas medidas profilácticas que sistemáticamente hemos tenido que aprender para hacer más llevadera nuestra vida cotidiana, sobre todo a partir de la Fase 3 inscrita dentro del plan gubernamental de «desescalada».

El régimen de confinamiento en el que hemos estado inmersos, resultado de un proceso pandémico de notable virulencia, nos ha puesto a prueba como sociedad. Una situación extrema, tan solo concebible en el seno de un relato de ficción. Además, como seres humanos, nos hemos visto abocados a tomar consciencia de un hecho bastante molesto de admitir: nuestra vulnerabilidad como especie. Una situación que ha puesto en entredicho la infundada e «hiperdimensionada» hegemonía del Hombre en este planeta, al vernos doblegados por un simple microorganismo. Frente a este panorama, tan solo el hallazgo de una vacuna efectiva podría poner remedio a sus imprevisibles efectos. Hasta tanto, y en aras de evitar el contagio y su consecuente propagación, se ha apelado a la posible tregua que nos dará la temporada estival, al hecho de continuar con pautas de profilaxis físico/social, así como el constante control sanitario… a lo que habría que añadir mucha labor pedagógica frente a aquellos que no parecen sensibles a esta nueva situación.

«Morimundo. La muerte y la ciudad», vuelve a ponerse en marcha en el seno de este complejo contexto; pero, sin lugar a dudas, va a ser ahora cuando los procesos de reflexión cobren más sentido a tenor de la crisis sanitaria en la que estamos inmersos. En poco tiempo, la muerte se ha presentado de improviso y con un carácter masivo dentro de nuestra sociedad, viéndonos obligados a un encierro colectivo con el objeto de contrarrestar los efectos del patógeno que la causaba. Además, frente a la incertidumbre que vivimos ante un futuro que se nos revelaba poco alentador, percibimos con optimismo las expectativas generadas como resultado de la progresiva reducción de contagios y fallecimientos. Sin embargo, desde la perspectiva que nos ha brindado el transcurso de los meses, hemos podido asistir con estupefacción a la súbita muerte de la ciudad (aunque en este caso se trate de un óbito circunstancial). En cierto modo, la urbe pasó de ser un espacio bullicioso a otro solariego: era el reflejo evidente de la caída del sector empresarial (la muerte del trabajo), el vacío de parques, calles y terrazas (la muerte de las relaciones socio-afectivas y de ocio), la clausura transitoria de bibliotecas, museos, cines y teatros (la muerte de la cultura y el espectáculo), etc. En fin, que en poco tiempo contemplamos y vivimos en primera persona el desmoronamiento a pasos agigantados de todo lo que nos rodeaba. Algo digno de ser meditado concienzudamente.

De forma paralela, otro ámbito de deliberación que se plantea podría estar relacionado con la pertinencia o no del proceso de «higienización de la muerte» a lo largo de la crisis sanitaria que aún estamos viviendo, pues la ausencia de imágenes impactantes («la muerte revelada») nos ha privado de una herramienta fundamental por su explícito didactismo, sobre todo de cara a concienciar a ciertos sectores de la sociedad entre los que abundan actitudes en las que prima la satisfacción particular frente a otras formas de proceder que buscan el bienestar general. Además, junto a ello, también sería destacable reflexionar sobre la relación numérica de las víctimas mortales («la muerte cuantificada»), donde detrás de cada número reseñado en una fría estadística subyace un ser humano con su propia y particular historia…

Más información y venta de entradas: recepción del museo (922-825949/43)