Auditorio de Tenerife presenta, dentro del Ciclo de Cámara, el concierto El alma romántica de la pianista Judith Jáuregui.

Robert Schumann, Johannes Brahms y Frédéric Chopin, tres cimas del romanticismo musical que dedicaron gran parte de su producción a obras para piano solo. En ‘El alma romántica’ Judith Jáuregui los reúne y retrata así la inspiración romántica, aquella que representa los ideales del momento: pasión, sensibilidad, intensidad emocional.

Abre el programa el Andantino de Clara Wieck, tercer movimiento de la Sonata nº 3 de Robert Schumann concebida como ‘Concierto sin orquesta’, en el que Schumann construye hábilmente una fantástica escena musical en torno a un tema inédito de Clara Wieck. Escrita en un tiempo en el que estaban separados, Robert describió la obra en una carta enviada en 1838 a Clara como ‘el llanto del corazón por ti’ en referencia al sufrimiento causado por la prolongada distancia de Clara impuesta por el padre de ella. Cambiando de registro en 1839 escribe en una estancia en Viena su famoso Arabeske, marcado por la gracia, la sutileza y la frescura.

En 1840 Robert y Clara consiguen casarse tras ganar una batalla legal al padre de Clara, crean un hogar, una familia numerosa y logran una excelente reputación en los círculos musicales, atendiendo también atendiendo con regularidad a jóvenes músicos que buscaban apoyo. En 1853 el matrimonio recibió por primera vez a Brahms. Tras escucharle, Clara dijo a Robert: “es él, el elegido”. Así nació una amistad poco común, de admiración absoluta, complicidad espiritual y confianza total. Tras el fallecimiento de Schumann, el vínculo de Clara y Brahms fue mantenido con la misma fuerza. A menudo Brahms compartía sus obras con Clara para que ella fuera la primera en darles vida. Tras recibir las Piezas op. 118 en 1892 Clara las definió en su diario como “una verdadera fuente de felicidad, todo, poesía, pasión, éxtasis, intimidad, las piezas están llenas de los efectos más maravillosos. Con ellas por fin siento que la vida musical vuelve a entrar en mi alma y toco una vez más con total devoción”. Pertenecientes a la última etapa de Brahms, estas miniaturas se alejan de sus obras más explosivas y buscan de una forma exquisita y con cierta nostalgia, la introspección y la intimidad.

En contraposición a esa intimidad, nos encontramos con la deslumbrante Balada en Sol menor nº 1 op. 23 de Frédéric Chopin, una de las músicas más apasionadas de toda la literatura pianística. Surge de otro llanto de dolor, cuando en 1831 Chopin vivía exiliado en París alejado de su familia y amigos mientras Polonia luchaba contra el imperio ruso. Curiosamente Robert Schumann confesó que era su favorita dentro de la producción de Chopin, describiéndola como ‘salvaje e inusual’.

Y fiel al espíritu romántico que busca la luz a pesar de todo, el programa termina con una de las obras más extrovertidas del compositor polaco. Escrita en 1834 durante su breve estancia en Viena, con su Gran Polonesa Brillante op. 22 Chopin creó un gran baile heroico pero siempre elegante, lleno de espíritu y bravura. Unos años después decidió añadirle el Andante Spianato, una introducción a modo de nocturno, un momento de recogimiento previo a la exaltación, bello por su sencillez y sus grandes líneas de inspiración belcantista.