El estudio de un esqueleto humano permite a los antropólogos forenses conocer casi todo sobre esa persona, pues los análisis llevan a deducciones, que no conclusiones, de edad, sexo, estatura, robustez, tipo de alimentación y otros marcadores.

Durante una entrevista a Efe, el director del Instituto Canario de Bioantropología, Conrado Rodríguez, explicó que no se puede saber todo porque si bien algunas enfermedades dejan huella en los huesos la mayoría no lo hacen, y así por ejemplo los problemas de estómago no se trasladan a la estructura ósea.

La patología forense tiene como finalidad identificar a individuos para dárselos a sus familias y en este ámbito el Instituto Canario de Bioantropología, que depende del Cabildo de Tenerife, colabora en la formación de técnicos e investigadores de Argentina, Colombia, Chile y Guatemala.

La colaboración, explicó Conrado Rodríguez, se debe a que en esos países tienen gran formación antropológica forense y les resulta fácil discriminar marcadores como sexo, edad, estatura, robustez y otros, pero no son potentes en patología ósea y por ello tenían ciertas dificultades para determinar las causas de las muertes e identificar a personas desaparecidas.

Realizar estas tareas es como hacer un puzzle y se necesita mucha paciencia, y en el caso de personas desaparecidas en dictaduras es difícil para los antropólogos abstraerse de la presión social y familiar que hay en su entorno, comentó Conrado Rodríguez.

Cada estructura ósea es única, tiene unas características que no aparecen en otros individuos, y el estudio de los huesos no es lo mismo si se dispone de un esqueleto completo o de restos óseos aislados, pues en el primer caso se obtendrá más información.

Además, es preciso saber las condiciones en las que está el hueso, pues la humedad alta ayuda a su deterioro, lo que influye en su estudio, y la acidez del terreno favorece su destrucción.

Los huesos deben extraerlos arqueólogos, explicó Conrado Rodríguez, quien añadió que la esqueletización del hueso, lo que supondrá que no tendrá partes blandas, no tiene relación directa con su antigüedad sino con las condiciones del terreno.

Una vez extraídos los huesos y hechos estudios preliminares, se pasan al laboratorio, donde los antropólogos forenses trabajan para conocer primero el sexo y a continuación la edad, con una certeza superior al 95 por ciento.

Después se estudian las características de cada hueso, como estatura, lo cual se sabe con una precisión en torno al 83 por ciento por medio del análisis de los huesos "largos", como son fémur, tibia, peroné, húmero, cúbito y radio, que son los más fiables.

Una vez se conoce sexo, edad y estatura se estudia la robustez, lo cual, al igual que lo anterior, se hace con índices matemáticos y además por la inserción de los músculos en el hueso, que dejan marca.

Conrado Rodríguez comentó que la osamenta de una persona que hace deporte es distinta a la de alguien que no lo hace, ya que en los huesos quedan marcadores de actividad física que permitan saber incluso si se trata de una persona que realizó halterofilia, lanzó jabalina o hizo otro deporte.

Cortando un trozo de hueso se pueden ver además marcadores para conocer incluso el tipo de alimentación del individuo y las patologías que sufrió.

Incluso se puede saber si la persona era zurda o diestra, y también se estudian macroscópicamente los huesos para ver si el individuo tiene fracturas antiguas.

El problema en el caso de las enfermedades es que el 90 por ciento no dejan muestras en los huesos.

Para identificar el cadáver y poder devolverlo a sus familiares, en el caso de personas desaparecidas, es preciso disponer de muestras genéticas de la familia para compararlas.

Según el experto, para identificar un cadáver lo más fiable es el estudio de los dientes, algo de lo que se dispone en el caso de personas de ciudades, pero no si vivía en zonas rurales de África o América del Sur.