El maestro Borguñó, don Manuel, nos llegó de tierras peninsulares en los albores de la década de los 40 del pasado siglo. Y aquí, entre otras importantes cotas musicales, fue el "alma mater", durante varios años, de los coros de la Asunción y de las scuelas Pías . Y como dejó una profunda huella de su quehacer artístico y pedagógico, su nombre está perpetuado en una calle santacrucera.

Aunque sea reiterativo expresarlo, siempre hemos sentido una especial predilección y nostalgia por ese conjunto de personas que en una función musical cantan simultáneamente una pieza concertada. Y ese sentimiento nos lo transmitió el maestro Borguñó, de inseparable bufanda y diapasón que, con tanta sutileza como pasión, nos introdujo en aquella escala del do, re, mi, fa, sol... para establecer, en su momento, si teníamos que acudir al primero, al segundo o al tercer grupo de aquel conjunto de jovencísimos alumnos cantores, que él, con su sapiencia musical, condujo en el vetusto Quisisana, donde Pepito Martínez Navarro, como solista, cantaba como los propios ángeles; y años después, y al alimón con sus estudios de aparejador, se convirtió en excelente y fornido defensa del C.D. Tenerife.

Y este amplio prólogo viene a colación porque en los últimos años el ahora Real Casino de Tenerife, que preside con dedicación y celo José Alberto Muiños Gómez-Camacho, sigue brindando a sus numerosos socios y público en general la sanísima costumbre de solazarnos en fechas navideñas con una extensa muestra a cargo de su coro, bajo la dirección de Isabel Bonilla Tejera.

xisten coros más sofisticados y con difíciles piezas en sus respectivos repertorios. Pero también existen otros que, no exentos de calidad, llegan más al público, pues resultan más amenos, más familiares y más cercanos. stimamos que en esta situación se encuentra el coro del Casino, que ahora, a raíz de la sentida "jubilación musical" de Ramón González de Mesa, ha surgido un veterano barítono con posibilidades, Amado Zurita Molina, que nos dio muestras de su nivel interpretando un pasaje de "La del Soto del Parral". Ojalá que en el futuro se sucedan incorporaciones de este signo para reforzar las filas de un coro que en el tenor Ricardo Tavío tiene su valor más acreditado y que sigue sorprendiéndonos en cada actuación.

Un coro que nos ofrece en fechas tan señaladas composiciones como el "Tema de Lara", "Las hojas verdes", "Amor de hombre", "Niño lindo", Taller de Nazareth" o "Noche de paz" tiene, necesariamente, que ser tan evocador como ameno y entretenido. Y ahí, en efecto, tenemos al aludido Ricardo Tavío, que muestra su desenvoltura en "Guitarra romana"; su fibra dramática en "La roca fría del Calvario", que acentúa en el "Adiós a la vida", donde su habitual do de pecho siempre se espera con mucha expectación para ser largamente aplaudido. Y otro solista, el bajo Nicholas Kyriakidis, que satisfizo con "La noche de Moscú". Se echó en falta a otra solista, Isabel R. Daranas, que antaño embelesó al público con el "Adeste fideles".

Y capítulo aparte merece la directora del coro, Isabel Bonilla, que siempre nos otorga un curso de estilo y depurada técnica, ahora interpretando "Cantares de Turina", "Canción de cuna", como solista; y con Tavío, "Siete rosas" y el inolvidable y candoroso "Arroró", de Teobaldo Power, donde el coro también intervino y, por cierto, en su mejor actuación.

Si este Concierto de Navidad fue del agrado del numeroso público, se debió, igualmente, a la plausible labor desarrollada por la pianista María ugenia Jaubert, así como del grupo de guitarras formado por Luis Tavío, Miguel Bethencourt y Miguel Ángel Blanco, todos ellos apoyados por un coro integrado, aparte de los ya enumerados, por Nieves Paz Cabrera, Angelita Ascanio Cullen, Ana Trujillo Benítez, Isabel Rodríguez Daranas, milia Fierro Sánchez, Naty Siliuto Castelo, Zoraida Castilla Díaz, Victoria García García, Julia Pérez Castro, María Cristina González de Chávez, Ana María del Castillo Ramos, Maruja González Hernández, lsa Morales González, Miguel Bethencourt Attías, Rafael Castelo Giraldez y Agustín Larrañaga Maiztegui.

Francisco Pallero, con su peculiar estilo, donde el más fino humor se entremezcla con el más puro surrealismo, presentó esta entrañable velada musical, en la que pidió un merecido aplaudo de reconocimiento para el ya citado Ramón González de Mesa y, de paso, recordó el sello netamente amateur de los integrantes del referido grupo.